29 de marzo de 2007

LA SINGULARIDAD TECNOLÓGICA

El largo proceso que ha seguido el universo, el curso de su evolución, ha tenido, sin lugar a dudas, verdaderos hitos que a posteriori determinaron una transformación radical en su propio proceso de desarrollo. Podríamos mencionar a manera de ejemplos, el impulso crítico que dio lugar a la constitución de los grandes cuerpos celestes, los astros y planetas que ahora conocemos. Podríamos también pensar en la aparición de la vida y, específicamente, de la vida orgánica que conocemos. Probablemente, en el momento que surgieron las primeras moléculas autorreplicadoras, alguna forma de organismo incipiente, tuvo lugar el primer caso de singularidad. Fue el paso de procesos de materia inerte a procesos de materia orgánica.

El otro caso de singularidad tuvo que haber sido, con toda seguridad, la aparición de la conciencia humana. El momento en que uno de esos organismos superiores, la especie homo, esbozó los primeros rasgos de conciencia respecto de su entorno y de sí mismo.

A inicios del denominado tercer milenio, y luego de más de un siglo de ímpetus tecnológicos, la noción de un tercer hito en la historia del mundo, por lo menos del mundo que conocemos, se cierne sutil pero inquietantemente entre expertos de la tecnología. Entre entusiastas y catastrofistas de la tecnología.

Vernor Vinge, matemático y escritor de ciencia ficción ha formulado una de las hipótesis más inquietantes acerca de el curso que el mundo contemporáneo podría haber adoptado aún sin ser conciente de sus consecuencias.

Según Vinge, de acuerdo con la llamada "Ley de Moore", que fija los patrones de crecimiento exponencial en el desarrollo de la tecnología, con una razón de incremento de dos años, hacia el 2020 podría darse la paridad entre el hardware y el cerebro humano en términos de funcionalidad y capacidad. Se trata simplemente de tomar en cuenta el carácter del crecimiento no solo de los micro o, ahora llamados, nanocircuitos, sino de los modelos en que actualmente se articulan los factores de procesamiento de información. El concepto del Google es uno de ellos donde la capacidad no se basa solo en la tecnología que usa sino en el modo de utilizar sus recursos.

Pero lo más interesante es aquello que Vernor Vinge sugiere que podría haber después de ese momento. Es a ello a lo que ha denominado la "Singularidad Tecnológica". Vale decir, el momento en que nuestra realidad, nuestra historia, dará lugar al nacimiento de un modo de inteligencia absolutamente nueva y radicalmente distinta.

Lo realmente inquietante de esta teoría es que a diferencia de los mejores sueños de los futuristas del siglo XX, no se trata de una inteligencia, digamos, compañera de la inteligencia humana. Sino, que de acuerdo con el proceso evolutivo, sería una inteligencia superior destinada a crear entornos y visiones del mundo distinta a la que ahora es compatible con la vida humana.

Y, es que de acuerdo con la naturaleza del desarrollo compulsivo en el cual han ingresado las investigaciones en tecnología, La llamada "singularidad" ofrecerá las condiciones fértiles donde la tecnología tendría la autonomía para crear inteligencia superior a la humana. Puesto, que la nueva inteligencia, si cabe el término, estaría en mejores condiciones para desarrollar su propia naturaleza. Vale decir, la tecnología misma.

Evidentemente, una perspectiva de esta magnitud abre un sin número de dilemas éticos, filosóficos y, tal como el propio Vinge lo insinúa al final de su ponencia, problemas vinculados con nuestras concepciones sobre la trascendencia. Vinge señala: "la aproximación de una singularidad esencial en la historia de la raza humana más allá de la cual la vida humana, tal como la conocemos, no tiene continuidad".

Adicionalmente, algo que llama la atención de la teoría de Vinge es que en ella hay menos entusiasmo por los desarrollos en inteligencia artificial que por otros fenómenos menos concientes y más vinculados a una lógica evolutiva. Efectivamente, Vinge reconoce en el desarrollo de la red global, el Internet, algunos fenómenos que siendo aleatorios, comportan una tendencia a lo que él llama "inteligencia amplificada". Refiere, de acuerdo con expertos en procesos evolutivos, como es que el mutualismo ha sido una fuerza impulsora de la evolución y, que por lo tanto, análogamente, los rasgos que se han impuesto en la lógica de redes podría estar contribuyendo más eficientemente en el forjamiento de la "singularidad tecnológica" que, por ejemplo, la propia teoría de la inteligencia artificial.

En cualquier caso, según Vinge, aún cuando pudiéramos diseñar la llegada de la "singularidad", es decir, si se pudiera apostar por eso que llama un "nacimiento suave" de la singularidad, parece ser irreversible el proceso que tiende hacia su realización.

Algo de esto fue previsto por el Dr. Abugáttas cuando subrayaba la demanda actual por forjar un nuevo sentido a la existencia humana. Una necesidad de trascendencia racional y conciente. Desprovista de los embrujos y visiones arcaicos que antes pusieron al ser humano como un subproducto de voluntades extrafísicas y caprichosas. Una trascendencia basada en las condiciones actuales del ser humano.