21 de diciembre de 2007

Sentido

A lo largo de la historia, según los momentos en el curso de la civilización o el avance de las ciencias, se ha definido al ser humano, como un ser racional, como un ser pensante, (Homo Sapiens), etc. En los tiempos de las sociedades industriales, hay quienes lo han definido como “Homo faver”; un ser definido por su capacidad de producir. Definición que más bien se acomoda a la ética del trabajo anglosajona. Recuerdo que en el colegio, nuestros maestros solían definir al hombre como un ser bio-psico-social, dicho con un silabeo en el que trataban de mostrar la complejidad del concepto.
Pareciera irónico que la sola necesidad de definir al ser humano, resulte una pretensión poco seria. Sobre todo ahora, que su propia naturaleza ya es susceptible de manipulación. La ironía es que el hombre no terminaba de comprenderse, ni de definir su condición, cuando ya la ciencia traspasó las últimas barreras para la manipulación de su constitución biológica y, en consecuencia, de su conducta.
Sin embargo, cuando se piensa en fenómenos como la depresión, la anomia o el goce autodestructivo, cada vez más generalizados, se plantea la necesidad de indagar cuestiones como: ¿Porqué la razón no basta para superar alguno de esos temas?. O ¿Porqué la ética, la moral, o la religión no alcanzan para acomodar los afanes e ímpetus humanos?. ¿Qué falta?, ‘qué vacío requiere llenarse para aliviar siquiera en parte, alguno de los dolores contemporáneos en el ser humano.
Existe desde la filosofía reciente, la intuición de que el sentido y no solo ya el sentido vital de los individuos sino una forma más compartida del SENTIDO VITAL, sería lo más cercano a lo que el hombre o la “especie Homo”, necesita con urgencia. Castoriadis como otros filósofos, ya se han aproximado al tema con el concepto de “significancia”.
Lo cierto es que un ser tan inquietantemente inestable como el ser humano, pareciera acusar la falta de un sentido vital que le sostenga la existencia. Esa pareciera ser la clave. El SENTIDO y la EXISTENCIA.
Diera la impresión de que cuando eso se pierde, ni la razón ni las gratificaciones inmediatas pueden suplir su carencia. Una civilización como la nuestra, la occidental, parece haber descuidado este factor decisivo en la condición humana. La civilización occidental se hizo diestra en la producción material y técnica. Nunca como antes en la historia, el ser humano ha logrado dominar la técnica a niveles de asombro. Nunca como antes, el éxtasis del acceso a la información ha sido un factor de realización personal y optimismo social. Sin embargo, justo cuando la fiesta, esta epifanía tecnológica se enseñoreaba, un fantasma aguafiestas se cierne en el horizonte: LA FALTA DE SIGNIFICADO PROFUNDO EN LA EXISTENCIA.¿Estamos hablando de existencialismo?. Evidentemente no. El fenómeno ya no es ni puede ser individual como creía o quería el buen Sartre. Es una cuestión de familia, de especie.
Repito aquí, el sentido de lo que expresaron las palabras del Dr. Abugattás, el año 1998:
“Para el cosmos, como especie no somos más relevantes que cualquier otro bicho. Podríamos desaparecer y sin embargo, el cosmos, el universo, no se va a resentir”.
Efectivamente, nuestra ausencia como especie no presentaría mayor impacto para nuestro entorno cósmico. El problema, es para nosotros. Pero, el problema, ahora es que tampoco parece ser relevante para los seres humanos en general. Solo se percibe un gran vacío. Se intuye la ausencia de algo profundo. Curiosamente quienes más expresan este fenómeno no son las mayorías pobres y excluidas del planeta sino, las sociedades más estables económicamente.
El SENTIDO, individual o como especie, es una deuda pendiente que el ser humano parece tener consigo mismo; una deuda que acaso, puede decidir no solo la viabilidad de nuestra presencia como especie, sino la conveniencia de seguir, de continuar presentes en este mundo.

17 de diciembre de 2007

Signos, Totales!

Sobre los conciertos del grupo Soda Stereo el fin de semana último, en Lima, me interesaba consignar un par de temas, o signos.
De un lado, la extraordinaria maquinaria de márketing que se movió al rededor de estos eventos. El mensaje que se propalaron desde las radios, una en especial, era de tal calibre que quien no pudiera asistir, simplemente no tenía más alternativa que deprimirse. Desde el lanzamiento del regreso del grupo, la transmisión de las conferencias, los periódicos reportes desde cada punto de la gira, etc.
Todos ganando. Los auspiciadores, las grandes operadoras telefónicas, las emisoras de radio, los centros de venta de entradas y souvenir, etc. No sé si será mi percepción, o es que el grupo mismo, Soda Stereo, siempre irradió una atmósfera a Márketing, a spot publicitario. Mucha imagen, mucho estilo puesto en venta, pero, menos energía o mística en su construcción musical.
No se conoce tanto de la predilección musical de cada miembro del grupo. ¿Qué música escucha el señor Alberti o el señor Zerati?. ¿Qué honda con su evolución espiritual expresada en la música que hacen?. No los imagino, como por ejemplo, a los Led Zéppelin en una velada nocturna sentados ante una fogata, y tocando unas guitarras para robarle algo del misterio a la noche.
No. Nada de eso. Los imagino más bien, juntos, hombro a hombro, con sus ejecutivos de ventas y márketing, decidiendo los slogans comerciales, discutiendo al ritmo de sus móviles o portátiles, los costos y las barras de flujo en una hoja de Excel, los detalles de la estrategia y los potenciales ingresos.
Ese es el signo. Los alucino más diseñando estrategias, que explorando nuevas pulsiones musicales. En fin, que podríamos alegar si el contrargumento es: "Bueno, Soda mueve millones de dólares y cualquier poeta o artista romántico puede virtualmente morirse de hambre". Esa parece ser la actual lógica del arte. El signo de la música contemporánea.
El otro tema, era el del maltrato a alguno de los artistas peruanos que debían aparecer como teloneros Revisar noticia aquí:

En un post anterior, me referí al temperamento peruano y alguno de sus rasgos característicos. Y, lamentablemente, es una cuestión constatable en todo ámvito de nuestra realidad. La ironía que yo encuentro, es que el artista peruano, Max Castro, cuando se entera que sería el telonero en el concierto de Soda Stereo, se declara fan de dicho grupo. Al cual, con toda seguridad, trata de emular. Pero, luego, el equipo que rodea al grupo, trata al artista peruano como a un ciudadano de segunda categoría, en su propio país.
Probablemente para muchos artistas con poca personalidad, puede quedarles el mensaje de que la condición del ídolo contemporáneo, es que la sobervia y el atropello son signos característicos del éxito. Son estos los signos que se instalan en la atmósfera seudocultural, en el imaginario colectivo.

10 de diciembre de 2007

El Temperamento Peruano

Las diferentes realidades y los distintos grupos humanos suelen mostrar rasgos de alguna característica especial. Cuando pensamos en el brasileño, en el temperamento brasileño, uno se siente inclinado a percibir o destacar esa impronta de alegría de ser. Con el mexicano más bien se siente un cierto chauvinismo cultural. Por lo general, encantador, aunque a veces, empalagoso. Con el temperamento argentino, específicamente Con el porteño, suele percibirse una divertida suficiencia y una agudeza que suele confundirse con la del vivo, dicho todo esto en términos generales por supuesto.
Con los chilenos, uno encuentra una extroversión y una calidez que poco podría imaginar el peruano; pero, que, en mi caso, puedo refrendar por experiencia propia.
En el caribeño se percibe ese espíritu locuaz y divertidamente dicharachero. En el español una gravedad y, a menudo, hasta una sequedad inquietante. En el americano, en términos generales, insisto, hay una dosis de impronta lúdica e infantil; tanto en el vestir, como en el ser o el hacer. En el peruano, que evidentemente es lo que nos impulsa a escribir estas líneas, hay algo que no llega a definirse del todo, desde mi percepción.
En algún momento me sentí tentado de identificar la timidez como nuestro rasgo característico. Luego, a raíz de alguna entrevista a unos turistas holandeses, intuí la tristeza. Más recientemente he sostenido frecuentemente que un rasgo característico es la baja autoestima. Aunque también llegué a identificar la dulzura o la ternura, en términos muy genéricos, como vengo insistiendo.
Lo cierto es que el temperamento peruano; puesto frente o junto a otros tipos culturales, suele mostrar ese apocamiento, esa cortedad expresiva, incluso esa tristeza vallejiana.
No es necesario referir nuestra performance futbolística o nuestra histórica incompetencia en las gestas militares. Nuestros principales héroes, lo son como protagonistas de guerras perdidas. Y en el fútbol, ha sido frecuente la carencia de personalidad para siquiera mantener resultados favorables.
Pero, ¿cuál es el problema?, ¿nos falta aplomo?, ¿necesitamos aplomo?. Probablemente sí. Qué duda cabe que un poco de aplomo podría contribuir junto con otros factores a remontar problemas del presente. Sin embargo, un examen más consistente, debería mostrarnos nuestro genoma cultural. Por decirlo de algún modo. Un mapa de la estructura básica de nuestra idiosincrasia y nuestro modo de encarar el mundo.
Tengo la impresión de que en la actualidad, como resultado de una mayor penetración de los medios masivos, existe una generación un tanto más desenfadada. Un creciente espíritu de extroversión y locuacidad, sobre todo, en determinados sectores sociales. Lo que es evidente es que este rasgo reciente tiene una raíz mediática. Se trata de llenar el silencio, con lo que sea. Se trata de ganar micrófono, de robar cámaras, como usualmente se dice entre los comunicadores. O, lo que algunos llaman, el figuretismo, (una expresión de origen rioplatense). Figuretismo, que, siendo una necesidad, un disfuerzo por figurar, revela o constata nuestra proverbial baja autoestima.
No obstante, insisto, aún nos falta una dosis de aplomo. Una cierta seguridad y confianza en lo propio. Vale decir, en las capacidades propias.
En cualquier caso, es imprescindible explorar nuestro propio horizonte cultural desde la perspectiva de nuestro temperamento, de nuestro espíritu colectivo. Pero ¿para que?. Para empezar a ser. Ser lo que realmente nos toca ser. Y no, lo que la tradición o la imagen mediática nos señale lo que podemos ser.

6 de diciembre de 2007

“¡Húndete o nada!”

Este martes, en las paradisíacas playas de Bali, un grupo de ecologistas, iniciaban con la consigna: "¡Húndete o nada!", unas divertidas clases simuladas de natación para los cientos de ministros de Ecología que acudirían a la reunión de la ONU. En las Conferencias de Bali en Indonesia, se generaron las primeras controversias por el tema de la emisión de gases por parte de los países más desarrollados del mundo.

El asunto es más o menos, el siguiente: las necesidades industriales y productivas de las grandes naciones, implican la quema de inmensas cantidades de combustible. Ello provoca la emisión de los gases que, a su vez, generan el calentamiento Global. La principal consecuencia del calentamiento global, es el derretimiento de los hielos en los polos y en los nevados continentales y, por consiguiente, el progresivo incremento en el nivel del mar.
La paradoja es que naciones como China e India, para sacar a sus cientos de millones de pobres, deben producir y producir como maniáticos. Todo eso, a costa de lacerar el planeta. Esa es la encrucijada en la que nos ha metido la civilización de occidente. Cuanto más rápido nos desarrollamos, más rápido deterioramos el planeta. La caricatura trágica puede ser la siguiente: “Todos, por fin, con la barriga llena, bien alimentados, vestidos, pero muertos.
Ahora bien, ¿es este un problema del desarrollo?. Parece que no. Sino, del modelo de desarrollo. El tipo de desarrollo al cual occidente, y sobre todo, Estados Unidos, no están dispuestos a renunciar. Y, que ahora China y la India, tan orgullosas como son de su milenaria tradición, se allanan con toda alegría y cinismo. Muy orientales ellas pero infinitamente occidentales en su locura actual por el desarrollo; por el desarrollismo, diríase más bien.
Entonces, "¡Húndete o nada!", habrá que decirles dentro de algunas décadas, a los líderes que ahora se solean en las playas de Bali.

3 de diciembre de 2007

El Síndrome de la Política

En los últimos tiempos, solemos recibir con no poca expectativa, los resultados de las encuestas sobre intención de voto, o de aprobación a los representantes de la política actual. Todavía no terminamos este año 2007, y las encuestadoras ya están instrumentando climas electorales y escenarios sociales en pos de la competencia política del 2011.
Sin embargo, yo creo que tenemos un problema con la política, bastante más serio de lo que sospechamos. La cuestión es que la noción de política que se ha hecho predominante entre nosotros, es una que ni es verdadera, ni nos conviene como colectividad humana.
La política, según el temperamento griego, donde tuvo su origen, es una práctica para vivir en comunidad. La política, se supone, es esa cierta noción de la justicia y el respeto. Noción que puede permitir la vida en común.
El problema, de la noción actual que se tiene de la política, es que ya dejó hace varios siglos, de ser una noción para la vida en comunidad. La política se ha transustanciado con la noción del poder. Vale decir, con la idea de dominación. La política actual, se concibe como lucha. En consecuencia, se asume que hay ganadores y derrotados. Todavía subsiste en el discurso la idea de colectividad, de país, de nación. Sin embargo, no es posible ya negar que desde Maquiavelo, los sueños y aspiraciones políticas, han sufrido una fragmentación decisiva. Más aún, según creo, la política ha adquirido una enfermedad Terminal. A saber: el síndrome del PODER.
Todo en la política gira en torno a la concentración del poder. Los que no lo tienen, luchan por él. Los que lo ostentan, lo defienden sin escrúpulos y los que lo han perdido, sueñan con el día en que podrán recuperarlo. Todos los discursos y facciones, justifican esta aspiración. Los radicales de izquierda, quienes alguna vez coquetearon con la subversión, hasta los fundamentalistas de derecha. Todos. La misma lógica puede identificarse en un Pinochet, como en Fidel Castro. Lo mismo en Abimael Guzmán, que en Vladimiro Montesinos. Incluso entre los más moderados o elegantes se percibe una curiosa resignación a la política.
Lo extraño de esto es lo difícil que se hace el reconocer que la política es tan solo una praxis social. Un instrumento cultural para la convivencia en sociedad. La política ni es cósmica ni es genética. Esto es, no está inscrita en la realidad como lo está la ley de la gravedad, por ejemplo. Ni tampoco forma parte de nuestros genes, totalmente moldeables, por cierto. Quiero decir, la política no es conveniente, pero, sobre todo, no es inescapable.
Entonces, queda la pregunta: ¿puede haber algo distinto que ella, la política?. Bueno, yo creo que aquí hay que responder con esa vieja frase voluntarista pero indispensable ahora. Lo que es necesario, es posible.
Es necesario concebir una praxis distinta y distante de la política. Es indispensable por varias razones que ahora no toca comentar. Pero, solo a manera de provocación, propongo considerar lo siguiente:
Primero, si la política es una praxis anómala, ¿qué otra praxis debe o puede ejercerse?. Bueno, a falta de un mejor nombre, señalaría el 'interaccionismo humano'.
Segundo, el interaccionismo humano, no precisa del poder. No basa su desarrollo en la dominación. El interaccionismo, depende del concurso de todos para autofundamentarse. Es inclusivo por naturaleza. Si no hay interacción, es decir, encuentro de diversidad de aportes, de factores, no hay desarrollo, por lo tanto, no hay vida.
Tercero, el interaccionismo por sí mismo, determina una lógica de inclusión. No requiere restar o dividir, sino que precisa sumar y multiplicar.
Cuarto, si la política puede sustituirse por el interaccionismo, no se requieren facciones, correlaciones de fuerzas, cálculos o confrontación para conseguir ningún poder. El poder queda simplemente fuera de toda lógica.

¿Elocubraciones gratuitas?, es probable, puede ser. Ojalá fuera solo eso. Pero lo que hay que recordar es que la realidad, y la vida, siempre nos pasa la factura por todo lo que se hace mal o se deja de hacer a tiempo.