31 de enero de 2008

Cultivar el Futuro

En semanas pasadas, una vez más, se ha encontrado en el norte del país, la región Lambayeque, un nuevo objeto de gran valor y mayor antigüedad. Una escultura de bronce perteneciente a la cultura Moche cuya antigüedad dataría de más de mil ochocientos años. Naturalmente, es comprensible que Una región como la del Perú, pródiga en testimonios arqueológicos, haya impregnado en su población, una reverencia por el pasado. Pero, también es cierto, que se trata de una reverencia a menudo maleable, a menudo puesta en función de las necesidades o las convenciones del momento. Los antropólogos y estudiosos, como es natural, manifiestan su entusiasmo y fascinación con cada uno de estos nuevos hallazgos. Luego, la prensa destaca el hecho en una mecánica repetición de las virtudes y el valor de nuestro pasado histórico. Y, finalmente, la población en general, internaliza el discurso de veneración y valoración por lo que se supone, es nuestra mayor riqueza cultural.
En tiempos en que el presente muestra cambios en terrenos tan disímiles como el clima, la biología, la tecnología y el imaginario intersubjetivo, pareciera hacerse necesario ponerle el mismo entusiasmo y las mismas energías en cultivar el futuro.
Saber que el reino del Señor de Sipán no data de 1700 años sino de más de 1800 años, nos inspira una mecánica valoración de nuestro pasado. Sentimos que podemos ser un poco mejores como colectividad, en razón de nuestra mayor antigüedad. Nos embarcamos en la meta de incluir a Macchu Picchu dentro de las siete nuevas maravillas del mundo como una cruzada nacional. Peruanos hipernacionalistas o peruanistas hiperarcaístas tratan de subrayar que la ciudadela de Caral, es tan antigua como el viejo Egipto. Y, aún con todo ello, siempre nos quedará la sensación de que hay, o tiene que haber, algo más antiguo. Alguna ciudadela, algún complejo arquitectónico, o, cuando menos, algún tejido o ceramio más antiguo que el anterior. Como si cuanto más lejos lleguemos en la línea temporal del pasado, seremos tanto más grandes, o tengamos más legitimidad como colectivo.
Sin desmerecer la legítima pasión por el pasado, me parece que algo va faltando, con respecto a nuestra propia legitimación como colectividad. El presente lo estamos usando para venerar el pasado y muy poco para asegurar y legitimar el futuro. ¿Cuánto esfuerzo se está poniendo para lograr que las nuevas generaciones de peruanos tengan presencia en el futuro?. ¿Cuánto nos está interesando nuestra presencia en el futuro?.
Está claro que nuestro pasado es bastante prolongado y absolutamente meritorio en términos culturales y civilizatorios. Pero, ¿no sería mejor, o por lo menos, más útil tratar de cultivar el futuro?. ¿No es más sensato ocuparnos ahora de las nuevas condiciones materiales y culturales en la que se desenvolverán las nuevas generaciones de peruanos?.
Por supuesto, la pregunta DE si existe alguna contraposición entre una cosa y otra, puede ser legítima. Evidentemente en rigor no existe oposición entre buscar que comprender nuestro pasado y tratar de edificar el futuro. Sin perjuicio de los esfuerzos por conocer y comprender nuestro pasado, es posible emprender la indispensable epopeya de construir, de inventar nuestro futuro. Eso, sin duda alguna.
Pero, hay que estar claros también, de que ese es nuestro mayor reto. Es lo único que nos proporcionará nuestra real autolegitimación como grupo humano. De hecho, antes que la papa, la Maca o algún otro producto, esa capacidad de edificar el futuro, podría ser nuestra mayor contribución con el resto de la comunidad humana, si así lo decidiéramos.
En las condiciones actuales, todavía nos encontramos con la resaca del desarrollismo ingenuo. Andamos tratando de atraer inversiones, buscando firmar TLC con todo el que tenga la bolsa gruesa. En nuestro caso, la noción del rescate del pasado, está vinculado a la industria del turismo, así como la reverencia de nuestras riquezas naturales están vinculadas a las necesidades del mercado de compradores de minas o de zonas protegidas.
Cultivar el futuro significará dar un paso adelante. Significará o, debería significar, pensar en mil ochocientos, dos mil, o tres mil años pero hacia delante. Como dijo el Dr. Abugattás, nuestras mayores creencias hay que ponerlas adelante, en el futuro, y no allá atrás, en el pasado.

28 de enero de 2008

Asia es ...

"Nos fuimos a Asia, .....", suele ser la frasesita que nos confiere estilo en estos meses.
Asia, balneario levantado por gente de los sectores más acomodados de esta ciudad, tiene el signo de esta Lima. A decir de arquitectos como Augusto Ortiz de Zevallos o Guillermo Dulanto, Asia es perfectamente una invasión, un asentamiento humano, de la gente rica. Se hizo sin diseño previo, no tuvo plan, casi no tuvo permisos adecuados en el comienzo, etc.
A partir de estas constataciones, uno, limeño implantado, ya sabe porqué esta ciudad nuestra, Lima, no cuenta con un servicio de transportes de ciudad moderna. O, porqué no hay una racionalidad urbanística, una filosofía de metrópoli, que oriente el crecimiento urbano.
Asia crece y cuenta con servicios modernos, recibe mucha plata, muchos visitantes, y suena a cosmopolita. Pero, también conserva lastres como la discriminación a sus trabajadores, (o sea, conserva rasgos del siglo XIX), contiene componentes de informalidad, y parece importarle poco el entorno en que se asienta.
Eso es. Asia es lo más peruano que podamos imaginar. Es peruanísima en el peor de los sentidos.

21 de enero de 2008

Ciudad

Salgo a la calle, me dirijo al paradero. El cielo semi oscuro de la mañana ofrece el trasfondo de una melancólica ciudad. Las unidades de transporte, las combis, las custers y los omnibuses, se enfrascan en verdaderas disputas por recoger pasajeros. Los gritos de los cobradores llenan la mañana y el paisaje.
Subo a una custer. La radio del carro inunda el espacio interior. El viaje será largo y de seguro permaneceré de pie. La gente no conversa. En Lima, la gente que no se conoce, por lo general, no conversa. Pueden viajar media hora o más, juntos, pero rara vez entablarán conversación; en esta ciudad impera un clima, un retintín a desconfianza y a molestia. Algunos hablan por celular y muy seguido suben vendedores a contar sus desgracias personales.
El mayor ruido viene de la radio y el cobrador que no para de gritar y llamar a la gente.
Siempre los empujones incómodos e impertinentes; pero, ya todos acostumbrados a ello.
Luego de cuarenta minutos, llego a mi destino. El Sol ya ha salido, y el aire ya se ha cargado con las emisiones de monóxido. Avanzo acelerado; voy retrasado. Un par de choferes se insultan, un vendedor pugna con el cobrador por subir a vender para ganarse la jornada y algunos perros aún somnolientos, husmean las esquinas en busca de comida.
Con la mañana avanzando, sube el calor y sube también la neurosis cotidiana. La mañana se vuelve día y luego, ésta deviene inevitablemente tarde. Hablar, explicar, convencer, escuchar, observar la sucesión de escenas, a veces aprendiendo, a menudo soportando, y la fornada empieza a declinar. Los días pasan, la gente pasa, el Sol pasa, aunque vuelve de vez en cuando, y crece la sensación de que algo va faltando. Algo de intensidad nos va mezquinando esta ciudad despiadada.

2 de enero de 2008

La Mirada Occidental

Hace poco escuchaba un reportaje en la BBC de Londres; uno de los miradores mediáticos más influyentes del mundo actual. Un reportaje donde se presentaba una perspectiva de la fiesta del Ramadán y algunos aspectos interesantes de la vida espiritual del mundo islámico. Esto me generó un par de reflexiones sobre el impacto de la visión del mundo que nos ofrecen los grandes entes mediáticos de occidente.
En realidad, lo más relevante, no era tanto el contenido mismo del reportaje; en general, son performances estándares de las culturas no occidentales.
Lo relevante para mí, fue percibir cómo el hombre occidental, en este caso, el periodista de la BBC de Londres, indaga, pregunta, y esboza una imagen de esta religión no occidental. Para mí, ese es el fenómeno más interesante de la actual globalización.
Percibir cómo es que la cultura occidental, se siente observadora del mundo. Y, de hecho, lo es. Para el musulmán entrevistado, es seguramente, emocionante hablar de sus sentimientos, su religión y sus peculiaridades culturales. Sobre todo, si se habla ante un micrófono de la BBC. Lo curioso es que para muchos la globalización, en el terreno cultural, es esto, precisamente un gran diálogo intercultural. El que, supuestamente, todos pueden dialogar.
Sin embargo, si nos damos cuenta, el rasgo cultural de este tipo de fenómenos, no es tanto el diálogo de culturas diversas. Sino, en realidad, el carácter casi oficial del ojo de la cultura occidental, mirando al resto del mundo, y ofreciendo su mirada, como opinión estándar.
A ver. Veamos. ¿Cuántas veces podremos ver, a una agencia musulmana, haciendo un reportaje sobre la navidad cristiana?. No me imagino a un equipo periodístico iraní o sirio, indagando sobre la cultura o la religiosidad de occidente, y además, esbozando interpretaciones sobre rasgos de la cultura de occidente.
Hay que reconocer que el resto de culturas, todas las no occidentales, parecen guardar un complejo de inferioridad respecto de la cultura occidental.
Para todas, como por ejemplo las andinas o amazónicas en nuestro país, les ilusionaría la posibilidad de aparecer en la BBC, la CNN, o en el Discovery Channel. Sin embargo, no son capaces, o no están dispuestas a promover ellas mismas, un espacio, mediático donde descubrir, conocer, y sobre todo, comprender a otras matrices culturales. Todas ellas, todas las culturas no occidentales, deberían reconocer que en esta era, la de la globalización, se sienten en el fondo, como un artículo cultural exótico. Un artículo digna de ser observada, interpretada, eventualmente valorada, y, por lo menos, comprendida, por occidente, por la cultura occidental, quiero decir.
Hasta ahora, no hemos conocido una visión, una mirada de la cultura occidental, desde un visor confiable o distinto que la propia mirada occidental.

Sería súper interesante algún reportaje profundo de como es la conducta del individuo occidental cuando se encuentra en un Shoping Center. O, lo extraordinariamente exótico que resulta la conducta del individuo occidental, en las fiestas de fin de año. Cómo es que piensa en la navidad del niño Jesús, las misas de Gallo, etc., en medio de un consumismo frenético. Vale decir, como es que la lógica del mercado, se ha introducido en estas fiestas, supuestamente espirituales. Y, cómo es que aquellas personas que no pueden tener todo el training de compras que quisiera, se siente mal, se deprime, se estresa.
Sería interesante ver un reportaje chino, hindú o melanésico, mostrándonos lo extraño y exóticos que solemos portarnos ante este tipo de eventos. ¿Verdad?. Y, que decir de otros tantos ejemplos.
Este es el punto. Constatar cómo es que la cultura occidental, se ha convertido en juez y preceptora de las otras culturas. Pero, evitando ella misma, someterse a un examen, un escrutinio de su propia cultura o conducta cultural.
A todo esto, hay que decir que hace tiempo hay muchos que vienen intentando este examen de la cultura. Marx lo hizo desde un punto de vista económico, Freud también, desde el análisis del subconsciente. Y otros tantos, como la escuela de Frankfurt. Pero, todos ellos, fueron occidentales. Otros actuales como el escritor Saramago, son siempre occidentales. Este es otro rasgo de la cultura occidental que las otras no tienen. A saber, que es una cultura capaz de mirarse con espíritu crítico a sí misma. Desde determinados ámbitos, tiene y ha tenido, la vocación de indagarse a sí misma, y descubrirse sus propios fantasmas culturales o civilizatorios. Esto, esta vocación autocrítica digamos, no se encuentra en las otras culturas.
NO. Las otras culturas, las no occidentales, cuando se les pone el micrófono o la cámara, siempre tienden a mostrar sus atributos culturales, como exclusivamente portadoras de virtudes y cualidades. Siempre como objeto o pieza cultural lista para ser presentada y expuesta a los ojos del mundo. Ojos del mundo que en última instancia son los ojos de occidente.