12 de febrero de 2009

Un Escritor llamado Iván

El Infinito Regodeo del Yo.
En una reciente entrevista aparecida en el diario Página 12 de Argentina, iván Thais dice a propósito de su último libro, lo siguiente:
"Yo, gracias a Dios, no tuve ningún muerto cercano por culpa de aquella violencia. Pero de todos modos, durante doce años viví en el Perú aquellos años y me resulta difícil entender que alguien pretenda que ese tema no me afecte ...".
Iván Thais parece querer ponerle parche a una herida que nadie ha abierto. Evidentemente es ocioso y absurdo reclamarle a alguien, y menos a un escritor, si puede o no puede escribir sobre algún tema. En realidad, ese no parece ser el punto, aunque Iván quiera dar esa impresión. El punto es que Thais no solo opta por un camino, un derrotero intelectual, perfectamente legítimo como pueden serlo otros, a saber, lo que él mismo ha denominado "El infinito regodeo del yo" -y que Rodrigo Pinto se encarga de recordárnoslo en un Blog del Mercurio de Chile- sino que además, permanentemente le reprocha a otros como a Miguel Gutiérrez, enfocar sus temáticas literarias en los procesos sociales y violentos del país. Thais ha sido un conciencsudo defensor de su derecho a ficcionar y prosar sobre su vida y los laberintos de su individualidad.
Sin embargo hoy, cuando por alguna "excepcional" razón Thais opta por usar el marco de la violencia política de los ochentas y noventas en su novela, y algunos críticos revisan el aspecto formal de dicha obra, Iván, el gran Thais, les atribuye mezquindad al no querer reconocerle su derecho a sentirse afectado por la violencia de Sendero Luminoso. Y en el colmo del absurdo, a alguno de ellos, como Javier Ágreda, quién emitió una de las más honestas reseñas sobre el libro de Thais, le espeta el haberse alineado con Miguel Gutiérrez.
Ni Thais, ni su amigo, nuestro estimado Gustavo Faverón están dispuestos a enfocarse en los argumentos más serios que se han esgrimido hacia la novela "Un Lugar Llamado Oreja de Perro". El privilegiamiento de la ficción en lugar de la narración, en el caso de Jorge Carrión, cierta superficialidad y descuido en el lenguaje, en el caso de Ágreda, o la escolaridad y nimiedad en ciertos pasajes, en el caso de Rodrigo Pinto.
No. Gustavo Faverón evita pronunciarse, limitándose tan solo a enumerar las reseñas ajenas que se han hecho sobre la novela de Iván y Thais, el gran Iván, alega cuestiones ideológicas ante tales críticas. En síntesis, no pocos lectores expertos encuentran deficiencias formales en esta novela, y lo que hace iván, es decirnos "no entiendo porqué pretenden que no tengo derecho a ponerme del lado de los afectados en esta guerra. El problema, desde nuestra percepción, es que Thais elije darle rienda suelta a su "infinito regodeo del yo", con un tema que hubiera merecido un tratamiento más esforzado desde el punto de vista formal y vital.

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