10 de agosto de 2009

Sobre la cultura y las culturas

Lo insólito en Vargas Llosa
En el último discurso que brindara Mario Vargas Llosa, a raíz de su condecoración en la Universidad de Granada, se encuentran algunos tópicos interesantes y otros aún insuficientes para la comprensión del significado de cultura, desde nuestra perspectiva personal.
El escritor empieza por definir el significado de "cultura" y le da significación a través de los distintos momentos de la historia humana, para ir llegando al estado en el que se encuentra hoy. Vargas Llosa construye un decurso para ir configurando el epílogo al que ha llegado la cultura en la sociedad contemporánea. En dicho discurso, se evidencia una doble preocupación. Una de hirviente actualidad, como es la amenaza de un proceso, una pulsión de autodestrucción en el hombre, y otra, menos trascendente pero muy afín al espíritu del hombre culto que es el autor de Conversación en la Catedral, como es la distinción entre lo que es cultura y lo que no.
En principio, es la primera vez que escuchamos a Vargas Llosa, pronunciarse con este tono de cierta alarma, de cierta urgencia, sobre el riesgo real que ya se cierne sobre la continuidad de la vida humana en el mundo actual. De hecho, es de notarse que el escritor, por encima de la noción de libertad, su permanente obcesión, haya puesto como prioridad el tema de la posibilidad de una interrupción en la existencia humana sobre la tierra. Precisamente, en un artículo reciente, Naomi Klein subraya el carácter de emergencia que tiene el tema de la amenaza ecológica en la actualidad.
Lo central aquí, es la relación que existe entre la noción de cultura, yo diría de civilización, y el estado audtodestructivo al que se ha dirigido la civilización moderna. Este es el primer gran vacío que se encuentra en la ponencia ofrecida por Vargas Llosa. El escritor no identifica, no encuentra identidad entre la genética de la cultura, la civilización moderna y el camino tomado por ésta hacia el punto en el que se ha puesto a sí misma. Hay que recordar como es que ya varios filósofos como Jonas o Chardin, economistas como Samir Amin, y activistas como Bookchin han puesto en relieve el carácter fuertemente autodestructivo que ha tomado la modernidad respecto del futuro. No hay límites, siempre se puede empezar de nuevo, siempre podremos tener una segunda oportunidad, es lo que subyace a la acción histérica y compulsiva que denota la velocidad con que marcha la cultura moderna.
Vargas Llosa pone en la mira de su análisis, la disputa entre lo que debería ser considerado culto y lo que aún con todo y los esfuerzos de los antropólogos y la denominada "corrección política", no llega a ser cultura. Este segundo aspecto que encuentro en su ponencia, está intensamente evaluada y criticada por nuestro escritor. Culpa a Mijail Bajtin y en especial a los teóricos actuales de la interculturalidad por haberse tirado abajo los límites entre lo culto y lo inculto. Le reprocha a la sensibilidad contemporánea por asignarle la misma importancia a un cuadro de Goya que a una exposición de excéntricos outsiders de la cultura. En este punto, el segundo vacío que encontramos en lo expuesto por Vargas Llosa es que olvida que, tal como lo señalara el filósofo peruano Juan Abugattas, la cultura es en última instancia un constructo. Es una construcción social y que su significación reside en la funcionalidad para la vida. Es lo que Wittgenstein, en otro terreno, le atribuía al lenguaje, su significación como herramienta para la vida. La intención que se desprende del alegato de Vargas Llosa es tal, que incluso ha confundido a críticos puntillosos como Gustavo Faverón, quién en un post poco documentado,
se pelea con una pretendida intencionalidad en Vargas Llosa por establecer un tribunal, una prelatura para determinar lo que sería cultura.
Considero que es de una gran significación que el laureado escritor empiece a mirar con especial interés y preocupación la perspectiva que le toca a la humanidad y lo que viene aparejado con ello. Finalmente, la necesidad de contar o disponer de mejores criterios para la valoración de la noción de cultura, puede ser muy útil si su valor se orienta más que a dicernir lo culto de lo inculto, sí a validar lo relevante y vital para la condición humana actual, cara a lo que es su mayor reto actual, a saber: construir un proyecto humano viable y digno de ser vivido.

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