21 de octubre de 2010

Lo Cómico de la Doble Moral en la Cultura Occidental

Umberto Eco, se ríe y nos hace reir de nosotros mismos.
El Comercio.
En agosto, encontré una página de Internet que describía varias formas de cocinar un gato. Sin importar si era broma o en serio, los defensores de los derechos de los animales elevaron la voz en todo el mundo. Adoro a los gatos. Son de las pocas criaturas que no se dejan ser explotadas por sus dueños -al contrario, los explotan con cinismo olímpico- y su afecto por la casa prefigura una forma de patriotismo. Entonces, me repugnaría que me dieran un plato de estofado de gato. Por otra parte, los conejos me parecen igual de lindos que los gatos, y aún así me los como sin ningún escrúpulo.
Me escandaliza ver perros pasear libremente en sus casas chinas, jugando con los niños, cuando todo mundo sabe que serán comidos a fin de año. Pero los cerdos -animales altamente inteligentes, según me dicen- vagan en las granjas occidentales, y a pocos les preocupa el hecho que su destino sea convertirse en jamón. ¿Qué nos inspira a considerar incomibles ciertos animales cuando los antropomorfizamos, mientras otras criaturas adorables -terneros, por ejemplo, o corderitos- nos parecen eminentemente apetitosas?
Los humanos somos animales muy raros, capaces de mucho amor y de cinismo aterrador, igual de dispuestos a proteger un pez de color que a hervir una langosta viva, aplastar un ciempiés sin remordimientos y tildar de bárbaro al que mata una mariposa. Similarmente, aplicamos una doble moral cuando enfrentamos dos sentencias capitales nos escandalizamos con una y nos hacemos de la vista gorda con otra. Algunas veces me siento tentado a coincidir con el escritor rumano Emil MihaiCioran, quien afirmó que la creación, una vez que escapó de las manos de Dios, debe haber quedado a cargo de un demiurgo: un chapucero torpe, incluso tal vez un poco ebrio, que se puso a trabajar teniendo en mente algunas ideas bastante confusas.

No hay comentarios.: