3 de octubre de 2010

Electores

País de Votantes o País de Ciudadanos.
Suponer que la buena marcha de un país, de una nación, o de una ciudad depende de los caudillos, de alguna lidereza más o menos ganadora, o de los candidatos más o menos exitosos, es definitivamente una debilidad cultural, un defecto de nuestra idiosincrasia.
Creer que toda nuestra suerte se juega en el acto masivo de depositar cédulas en las urnas oficiales, cada cuatro o cinco años, puede ser el signo más claro de que aún y luego de doscientos años de independencia, no hemos entendido nada. No, no son los caudillos carismáticos, ni los grandes o buenos líderes, mi los candidatos inteligentes, los que en fin de cuentas, determinan el curso de los hechos de una sociedad. Lo son, sin ninguna duda, sus habitantes, sus ciudadanos.
Por acción o por omisión, hemos sido los ciudadanos de este país, de esta ciudad, quienes hemos propiciado el estado actual de nuestra vida colectiva. ¿No tenemos un medio de transporte masivo medianamente decente?, sí, nosotros lo permitimos. ¿El crimen crece y se enseñorea de norte a sur del país?, sí, nosotros nos compramos ese modelo económico que lo incluía en su paquete. ¿Desaprovechamos el agua, la poca agua que baja de las alturas, y además los escasos ríos se han convertido en desagües al aire libre?, adivinen quienes lo han permitido.
Mientras sigamos creyendo que nuestra condición o participación pública se reduce a la de meros votantes, y sigamos bailando al ritmo del candidato que mejor nos afana, no tendremos derecho a quejarnos, y menos, a aspirar a una mejor siudad, o una mejor sociedad. Solo en el momento en que podamos reconocernos como ciudadanos, o sea, con derechos y obligaciones, y comprendamos que los elegidos, como los de hoy día, son básicamente aspirantes a un puesto público, y que si no hacen lo que nos han dicho, si no cumplen lo que han ofrecido, deben largarse o irse adentro, entonces, podremos albergar cierta seguridad de que vamos avanzando hacia algo decente.
contentarse porque hoy gane la candidata A, o pierda la candidata B, o surja el candidato C, solo nos mostrará como seudociudadanos como gentes con minoría de edad, como inimputables de quienes no se puede esperar mayor cosa que de un grupo de niños.
Hoy se acaba la campaña electoral, pero, hoy, empieza o, debería empezar nuestra real y verdadera función. Vale decir, la de monitorear, controlar, exigir, verificar, indagar, cuestionar, contribuir, aportar con el destino de nuestras respectivas ciudades.
La tarea del mero votante, ese ciudadano casi infantil, culmina hoy. La tarea del ciudadano, del elector que no se traga el cuento y no se conforma con ser depositador de cédulas, empieza hoy. Si la ciudadana Villarán, ya alcaldesa, empezara a no cumplir con lo que ha ofrecido, entonces, nuestro rol, deberá ser el de exigirle, cuestionar, y, si fuera necesario, tramitar su salida o proceso.
Del mismo modo, si la ciudadana flores Nano, ya alcaldesa, creyera que puede conducirse como se conduce con sus Barrón y compañía, entonces, el rol de los ciudadanos, tendría que ser el mismo. Exigir, indagar, monitorear, a nuestros empleados, es lo menos que podemos hacer. Pues, igual nos sacan vía impuestos, dinero para pagar a estos funcionarios públicos.
Hoy, de quien guardo cierta esperanza,, más por terco que por crédulo, es de los ciudadanos. Hoy, espero más de los ciudadanos que de los candidatos. Pero, no porque todo se defina hoy, sino, orque hoy comienza la verdadera función nuestra. La de portarnos con mayoría de edad, la de reconocernos como ciudadanos.
si ello no fuera posible, y si solo asistiremos a esos periódicos simulacros de participación que suelen ser las elecciones, entonces, ya tendré claro lo que me espera en esta ciudad, en esta sociedad, en este país. Y, de pasada, lo que le espera a los míos, a mi hija. O sea, vivir en un país de manipulables, hasta el escándalo, en un país de gente con minoría de edad, en un país, no de electores y ciudadanos, sino, en un país de votantes.
Francamente, espero que no.

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