23 de febrero de 2010

El Nuevo Terrorismo en el Perú

Tengo el orgullo de ser peruano y soy feliz ....
Ayer 22 de febrero, una vez más, como casi todos los días, se produjo, con toda seguridad, una inescrupulosa maniobra de un chofer, que trajo como consecuencia, una verdadera carnicería con 38 muertos. Sucedió en la provincia de Virú, en la Libertad, y, desgraciadamente, no fue la única tragedia automovilística de ayer. También hubieron muertos en cuzco, en chanchamayo, y en cajamarca. cincuenta y dos muertos en total, solo ayer lunes. Hoy, por la mañana mientras me desplazaba al trabajo, salía salía la noticia de un nuevo accidente en la misma región de ayer, La Libertad.
Mientras pensaba en como es que esta cultura sin ningún escrúpulo que ostenta el conductor peruano en general, se ha convertido en más letal que el propio Sendero Luminoso, recordaba la legendaria pregunta de Zavalita, en la novela "Conversación en La Catedral" de Vargas llosa, "¿cuándo se jodió el Perú?". Y, pensando en todo este desangramiento que se ha incrementado en los últimos años, como consecuencia de nuestra cultura chicha en el ámbito vial, se me ocurría que el Perú debe haberse jodido, cuando la informalidad, eso que llamamos "cultura chicha", se metió, se instaló en nuestra genética cultural.
Esa informalidad que tanto fue destacada por Matos Mar, como por Hernándo de soto, en "el Otro sendero", hoy se está zurrando en la vida nacional. Esa idea de que el peruano es muy creativo para subsistir, que es casi digno de admiración por saber sacarle la vuelta a las normas, es sin lugar a dudas, el peor cáncer que está destruyendo nuestra vida colectiva.
Uno se pregunta: ¿qué diablos pasa por la cabeza de ese conductor que, podría demorarse un poco, pero, no lo hace. Sinó, que quiere sacarle ventaja al camión de adelante. ¿Qué demonios pasa por la cabeza de la autoridad, de ese inspector que pudiendo impedirle conducir a ese mequetrefe que a todas luces no va a respetar las normas; pero, que igual, por cincuenta o cien soles, le concede el permiso de conducir. Y, da lo mismo que sean costeños, serranos, limeños, pobres, o acomodados. Todos son vivos, todos pendejos de media hora.
Pero, sigo: ¡qué carajo pasa por la cabeza, de esas personas que, por no gastar ochenta o cien soles en un servicio de transporte más seguro, prefieren invertir veinte soles en ruta, para luego sacrificar a sus hijos, familiares y sacrificarse ellos mismos, en ese ritual de la muerte que se está convirtiendo viajar en este país.
Esa impasibilidad del peruano, ante el riesgo absurdo, ante el facilismo de evadir los controles, pero, que a menudo, lo lleva directamente a una muerte grotezca e innecesaria, me tiene hace rato perplejo. No entiendo como es esa vocación del peruano, que se entrega los fines de semana, a celebrar no sé que sentimientos, que llora por algún amor perdido, con la música de Segundo roceros, o de los huaynos con arpa, donde gastan en trago, como si el mundo se fuera a terminar, pero, que luego, en lo que les toca hacer en serio, como realizar su trabajo, como es el conducir una unidad de transporte público, se van a portar como el peor de los rufianes, llevándose por delante lo que sea, tirándose carteles, carretas, personas, etc.
no entiendo este temperamento peruano. no entiendo cómo vibra por su tierra, como canta con pasión los valses de Lucha Reyes, los huaynos de Dina Páucar, las cumbias de Juaneco. pero, en el día a día, pareciera que odian la realidad que les rodea. pareciera que les apestara el medio que les rodea.
Y, tampoco entiendo como nos horrorizamos con grupos como Sendero Luminoso, y los condenamos de manera terminal. Pero, hoy, que casi como parte de guerra, como reporte bélico, todos los días nos informan de los muertos y las tragedias acaecidas en las carreteras peruanas, y, sin embargo, no mostramos la menor intención de hacer una marcha por la vida, una marcha, o algún gesto ciudadano contra esa perversa tendencia a manejar como animales que se ha instalado entre nosotros.
Esa informalidad, esa cultura chicha, cultura combi, pero también esa impasibilidad, esa tibieza nuestra ante una tragedia actual como es esta cultura nuestra, es lo que no solo está jodiendo al Perú, sinó, que eventualmente, corre el riesgo de destruirlo.

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