8 de marzo de 2011

De Culteranos y Conceptistas

La alegría de pontificar sobre la cultura.
Puente Aéreo.
Siempre me ha resultado sospechosa esa vocación por clamar o reclamar calidad a partir de disminuir o trivializar. Algunos, como Faverón, aún se creen la zarzuela esta de poner de modelo a Shakespeare o a Montaigne, a la hora de ningunear a Chávez o a Pérez. El crítico contumaz dice en su último post
Todo lo que Arévalo atina a decir es que leer debe ser una diversión y que hay que leer cosas que resulten entretenidas. En una entrevista, incluso, declara que leer libros de Paulo Coelho en las escuelas es más aconsejable que leer libros más complejos que puedan resultar "aburridos". Recordemos: hay niños peruanos cuya relación con los libros depende en enorme medida de la persona que afirma cosas como ésa.

Creo que a estas alturas no tiene ya mayor sentido usar a Coelho o a Allende para montar una crítica sobre la calidad o falta de ella, y la relevancia o irrelevancia de alguna estrategia lectora. Personalmente nunca pude pasar de un libro de Coelho y no llegué a medio libro de Isabel Allende. Pero, por ningún lado, eso puede autorizar o avalar una voluntad de descalificación cultural, como pretende y suele intentarlo el amigo de sus amigos, el crítico Favrón.
Curiosa esa moral, ¿no es cierto?. Critica a Arévalo por promover a algunos escritores que él conoce y valora, siendo que el propio Faverón todo el tiempo trata y sueña con posicionar a su pata Ampuero en el canon de la literatura latinoamericana.
Ha querido pasar de hacerle hurras a bolaño, y no ha encontrado aún como saltar de eso, a dedicarle un estudio completo de Ampuero.
Las posibilidades de la lectura, en tanto experiencia de decodificación y deconstrucción de mundos hechos de imaginación y palabra, son tan extensas como ingentes. Y, salvo vasofia comprobable, no tiene sentido pontificar y enarbolar culteranismos trasnochados, para reivindicar la calidad de la lectura. Ni góngora ni quevedo aseguran ninguna calidad en la experiencia lectora, si no termina detonando la significatividad en el lector, sobre todo, de los más jóvenes.

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