16 de marzo de 2011

No estaba muerta, ... estaba de parranda ...

Sobre la literatura política.
El boomerang.
Aunque son muchos los escritores que nunca han dejado de perfilar sus filiaciones políticas, la novela política como tal, ha padecido de una suerte de proscripción tácita desde la caída del bloque socialista a inicios de los noventa.
Autores como Vargas Llosa, José Saramago, Amos Oz, e incluso el propio Stephen King en su última novela, han incurrido en la performance de la novela política. solo que hoy, Patricio Pron lo reivindica y airea sin pudor, en su blog personal, en respuesta a algunas preguntas de Riaño :
me gustaría preguntarle si entiende la literatura como un arma de intervención política.
Bueno, pienso en la literatura como un modo de intervención en el marco de las mentalidades de una sociedad y de una época y, por lo tanto, de una forma tal vez indirecta (y, naturalmente, bastante poco específica), como una tarea política, sí.
¿Una novela política o social es también ideológica?
Una novela política o social es todo aquel texto de envergadura que sus lectores lean como tal.
¿Cree que se le está prestando la suficiente atención a las injusticias del momento? ¿Echa en falta propuestas en el panorama nacional narrativo con acento en estos problemas?
No necesariamente; sin embargo, sí echo en falta que los escritores que no tienen intenciones de ser revolucionarios al menos no sean contrarrevolucionarios, que es (desafortunadamente) el caso más frecuente.
¿Está la novela política en crisis?
Quizás, pero en ese caso su crisis está supeditada a la pérdida de interés social en la literatura y su incorporación a la industria del entretenimiento, una incorporación a menudo deseada y fomentada por los propios autores. En mi opinión, esa crisis es, sin embargo, una oportunidad, ya que devuelve a la literatura a unos márgenes que son su sitio natural y el mejor lugar desde el cual articular su crítica.
¿Es un problema de márgenes: cuánto tiempo necesita la narrativa para reaccionar ante la actualidad? ¿Es un problema de temas: la narrativa debe interesarse por la actualidad?
No creo que se trate de un problema de plazos, aunque, desde luego, el tiempo que requiere la producción de narrativa hace que ésta no pueda reaccionar de forma directa e inmediata a los acontecimientos de actualidad, lo cual tampoco me parece necesario; la literatura que realmente me interesa opera de forma subterránea y sus temas no son necesariamente los acontecimientos de mayor actualidad sino las líneas de fuerza y las mentalidades que se articulan en una sociedad en un período histórico determinado y tienen su expresión en algunos acontecimientos, pero no necesariamente esos acontecimientos específicos.
¿Hay motivos para rebelarse, para darle a un texto interés y tinte político?
Naturalmente; no creo que nadie que tenga los ojos abiertos pueda contemplar lo que sucede sin indignación y rabia.

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