16 de mayo de 2011

Sobre la Mentada Estabilidad

Un argumento dudoso.
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En el tráfago de argumentos y contraargumentos acerca de la opción ofrecida por el candidato Humala, el tema de la estabilidad ha sido y sigue siendo una muletilla intelectual. Supuestamente, lo primero que se pondría en riesgo de salir el candidato Ollanta Humala, sería un bien preciado, un bien que habríamos ganado con esfuerzo, y que merece, o merecería, ser preservado a toda costa, cueste lo que cueste.
Ese bien es, sería, la estabilidad. En simple, dicha noción, la de la estabilidad, consistiría en el dinamismo económico constatable a partir de la proliferación de indicadores como el alto consumo de productos importados, la aparición de supermercados por toda la ciudad, y en las principales capitales de departamento, el crecimiento de los servicios de telecomunicaciones, la recurrencia de consumo de tarjetas de crédito, la creciente oferta de servicios bancarios, la casi omnipresencia de los Starbucks, casinos, hoteles, y otros comercios exclusivos.
Más o menos, la lógica es la de un mercado bastante intensivo de consumo y de transacciones. Y, además, la sensación de que ahora, a diferencia de hace unos veinte años, puede encontrarse en Lima, casi todo lo que puede encontrarse en cualquier "shop center" del mundo.
Muy bien, hé allí, grosso modo, la estabilidad de marras, que tanto inquieta o perturba perderse, si llegara un régimen del candidato Humala.
Sin embargo, parte de la fotografía, no está completa, si dejamos de referir elementos conexos a la serie de características arriba mencionadas. No se menciona, o no nos agrada hacerlo, mencionar el incremento histérico de la criminalidad que viene aparejada con ese dinamismo económico, más bien comercial, que ha sobrevenido al crecimiento económico peruano.
Hoy tienes más acceso a servicios y al consumo en el Perú, pero, junto con eso, tienes por contraparte, más posibilidades de que te encañonen y te despojen de los objetos de ese consumo, en el mejor de los casos. Y, de que te descerrajen un tiro por nada, por una portátil o un retiro bancario, en el peor de ellos.
Curiosamente, ha sido en esta época reciente, la que está definida como la del crecimiento y la estabilidad, la que ha registrado la mayor cantidad de conflictos sociales, protestas masivas, tomas de carreteras, enfrentamientos de poblaciones con las fuerzas del orden, crecimiento del narcotráfico en regiones nuevas, proliferación de los llamados burriers en Perú, (revisar la cantidad de jóvenes extranjeros presos por tráfico de drogas), generalización de las pandillas urbanas, proliferación de mafias extorsionadoras, etc.
Una estabilidad, una situación de supuesta estabilidad, donde no puedo sacar a mi hija a jugar al parque por el temor de ser agredidos por pandilleros, donde no puedo subirme a un bus, sin riesgo de ser maltratado, asaltado,, despojado de mis pertenencias, donde no puedo salir en familia los domingos, sin riesgo de volver y encontrarla vacía, donde no sé cuando podrían secuestrar a algún ser querido simplemente para vaciarle la tarjeta de crédito, donde no puedo viajar a alguna región del interior del país sin riesgo de que alguna carretera sea tomada, no me resulta tan estabilidad como quieren o quisieran hacerme creer los adeptos de esta estabilidad.
El sábado último, ha sido asaltada una pollería en una céntrica avenida del Callao, atestada de comensales. Desvalijaron a todos, intimidados por armas de guerra. Sí, no armas cortas, pistolas comunes, sino, armas de largo alcance. Ese mismo día, fue asaltado casi con la misma modalidad, un café de Miraflores, en la avenida Benavides. Todos encañonados, y despojados de celulares, portátiles, carteras, y todo lo despojable.
No diré nada sobre el tipo de empleo, la calidad del mismo, que un joven puede encontrar en el Perú de hoy. Esa es otra historia, que parece no entrar en eso que se denomina estabilidad.
Es todo esto, todo este racimo de milagros que nos llaman a preservar, a mantener, a no tocar. Se la cuida, se la proteje, como la mayor de las riquezas adquiridas por el Perú de las últimas décadas. Cerca de la mitad de los peruanos andan descontentos, frustrados, desalentados, pero, eso no es significativo para los defensores de la fucking estabilidad. Una estabilidad que ya costó más de treinta muertos en Bagua, y cuatro en tía María, hace oco más de un mes. Estabilidad que asentada y profundizada por los Fujimori, podríamos perfectamente suponerla duplicada o triplicada sin problemas.
La peligrosa e increíble paradoja es esa necedad, essa estolidez, de no comprender que antes, ya una vez este tipo de situaciones nos produjo a Sendero Luminoso, y, que nada descarta que no pueda volver a producirnos algo igual, o talvez peor, si acaso eso fuera posible.
No, la consigna, la de todos, virtualmente todos los medios, es el de conservar, preservar, defender esta, y no otra estabilidad. Así, tal cual. El modelo es bueno, solo hay que afinarlo, todo va bien, no debe cambiarse nada, es la consigna, el santo y seña de los optimistas y celebrantes de la estabildiad de marras.
Así las cosas, cabe preguntarse: ¿cuanto se demorará la historia, el decurso de los hechos, para mostrarnos que algo no encaja, y que esa incompatibilidad entre el discurso y la realidad solo puede resolverse, por acumulación, con un quiebre, un colapso de los pilares que aún sostienen dicha estabilidad?. Y, ¿a quién le hecharemos la culpa cuando eso suceda?. Digo, si no podemos evitar que continúe y persista este simulacro de estabilidad, ¿cómo se redistribuirán las culpas, mañana cuando nos llegue la factura?.
Evidentemente, yo tengo una respuesta, y tengo claro más o menos, porqué o cómo así, se implanta gradualmente esta desazón, este descreimiento en la viabilidad de un país tan profundamente torcido en sus aspiraciones. Lo que no tengo seguro, es si luego de muertos y heridos, la confusión seguirá siendo la misma que la de ahora. Espero que no, espero que aunque sea a fuerza de golpes y de dolor, vayamos madurando, y haciéndonos algo ma´s sensatos y responsables, con nuestra memoria y nuestro futuro.

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