23 de enero de 2012

Luciana, Yo y el Mar

Ayer domingo fue un día de calor, de playa, y de solaz. Sí, mientras
en el mundo divisiones enteras d hackers seguían devolviendo el golpe
en nombre de MegaUpload, mientras en Perú se sigue debatiendo como
cerrarle el paso al tal Movadef, mientras apple inauguraba un nuevo
esquema de ofertas de libros y d lectura para la educación, mientras
todo eso pasaba, y más, nosotros nos dirigíamos a una de esas playas
del sur de Lima, a combatir, el calor.
Y, tenía que llegar el momento del ritual. Ese ritual que yo había ya
imaginado y casi diseñado desde antes que naciera Luciana, quien nos
sobrevivirá para "patear culos", (entiéndase "incomodar"), cada vez
que sea necesario hacerlo en nombre o en defensa del amor y la
serenidad.
El ritual fue simple, natural, sencillo. tomé de la mano a Luciana, y
le dije: "ven, vas a conocer el mar". Yo la llevé, pero ella me
dirigía esquivando a la gente. Con sus tres años, ya sabe que requiero
unos bellos ojos, como los de ella, para no chocar. Llegamos, avancé
sobre la arena húmeda, hasta la parte en que el agua llega en pequeños
oleajes. Imaginé su mirada fascinada, estaba silenciosa. La tomé de la
mano, le dí un beso, y le señalé hacia adelante, y le dije:
"Ese es el mar Luciana. De allí vinimos".
"Hay que tenerle respeto y cuidado. Es bueno, pero nunca hay que subestimarlo".
No estoy seguro de cuánto me habrá entendido de todo lo que le dije.
Pero, tenía que decírselo.
Estuvimos buen rato recibiendo las pequeñas olas que llegaban de tanto
en tanto, y luego le pregunté si quería ir más adentro, y contra mi
presunción, me dijo que sí. La cargué, avancé hasta donde el agua me
cubría las rodillas, y estuvimos un rato riendo y salpicando agua.
Me temo que un día será menos fácil disfrutar el mar en su estado
natural. El paso de la acción humana y las metamorfósis que está
experimentando la biósfera nuestra, parecen indicar que un día no será
tan fácil gozar del mar, de la arena y del sol. Espero que Luciana
pueda disfrutar tanto como yo lo hice cuando estaba niño. El mar, ese
mar que ahora no veo, pero que siento y disfruto aún, fue bueno
conmigo. Solo espero que también lo sea con Luciana.

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