10 de enero de 2011

Arrimarse con los que Encarnan el Poder

Una pérfida tendencia más frecuente de lo deseable.
Perú 21.
Leo el el último artículo de Ricardo Vásquez cunce, y no puedo reprimir el ímpetu de soltar algunas percepciones al respecto. Puntualmente, Vásquez Cunce nos larga una suerte de apología, más que de Jorge del Castillo, de su derecho a mantenerse en la lista del partido aprista con miras a las próximas elecciones presidenciales.
El hecho, simple y trivial, es que Vásquez cunce, en lugar de alcanzar alguna argumentación o, fundamentación por argumentos, de su perspectiva, se limita a clamar: "¡hipocresía!".
Vale decir, no hay razones, no hay justificación, no hay fundamentos. Solo qué: a RVC le produce urticaria la hipocresía. No importa si el "tío george" esconde más de una presumible arruga ética o legal. No, eso no viene a cuento. Sencillamente que a RVC no le van las "hipocresías".
Esta rancia tendencia a desestimar consideraciones más "presentables", con tal de alinearse con quienes, como mayor virtud, ostentan el poder, empieza a fatigarnos. Lo mismo le pasa a Faverón, cuando se pone a defender a indefendibles, que son de su pacana. o incluso al propio Bayly, cuando justificaba el sopapo presidencial contra un voluntario imprudente.
Esto mismo encuentra uno incluso en gentes como el propio Vargas Llosa, que se va a Irak, para perpetrar unos malhadados "diarios". Esta tendencia, esta lógica de que, ante situaciones límites y dicotómicas, entre la razón y la conveniencia, siempre se inclinan hacia el lado del poder, es lo que corroe inexorablemente todo lo que podría defenderse como lo defendible de este cada vez menos defendible sistema.
Le pasó también a Maccera con Fujimori, a Thorndike con Fujimori, a Toledo con Shultz, a Marta Hildebranth con los peores dictadores de la reciente historia del perú, a Aldo M. sin atenuantes, a Raúl Vargas sin el menor asomo de duda.

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