29 de julio de 2011

Marta

Una Oda a la cultura de la doctora.
Power Dog
Estremecedora la convicción, eurocéntrica la performance de la doctora. Ella es todo acrimonia, todo dicterio para con el común.
Nunca puede dejar de comparar, compararse, con el socialmente inferior, el socioeconómicamente menor.
"Un especialista científico no puede discutir con un alfabeto"
dice. Su encono, no es contra el mal, contra lo perverso, su encono e intolerancia es con los analfabetos, los poco afortunados en el acceso a la educación. No tiene modales, el adocenamiento no le es ajeno. Pero, se reputa de nivel, de altura cultural. Se reivindica superior, se reconoce más que la mayoría. sin embargo, tiene una debilidad: El Poder.
El dinero no le es significativo, menos, la cultura. Lo es, El Poder. Solo reconoce lo occidental, como timbre de culto, respetable y digno. Desconfía de todo lo no occidental, excepto, si está vinculado al poder.
Se refugia en el cuento de la cultura, que en el fondo es resultado de lo que se cultiva. Sin embargo, exhuda moral de casta. Únicamente lo que tiene ranzio abolengo, lo que es de casta, de apellido compuesto, blanco y occidental, le merece consideración. Todo lo demás, incluso aunque ostente cultura, le resulta despreciabble o desconfiable.
Si es blanco, aunque sea fumón, o ladrón, lo acepta. Si es cholo, aunque sea culto, lo rechaza. Si es cholo, fumón o ladrón, es la escoria terminal. si es blanco y culto, mejor que mejor.
Ha, pero hay algo que puede salvar, ante la doctora, a alguien que no es blanco. Y, curiosamente, no es la cultura, la autoedificación personal. Sino, el poder. Alguien no blanco, un cholo, un mestizo, un criollo, puede alcanzar el estatus de blanco, sí y solo si, tiene PODER. Ni el dinero, ni la cultura logran eso, ante la doctora. Lo logra, el poder.
El chino Velazco, era, podía haberlo sido ante la doctora, un cholo, un
cachaco mediocre.,
como lo ha sido Humala. Pero, como era el general, el presidente, el mandamás político, no tuvo empacho, esta Marta de los cojones, en trabajar para él, para el cachaco mediocre. A Humala lo catalogó de lo mismo, y hoy, que ya es presidente, hoy que ya luce la banda presidencial, entonces, ya no le parece tan cachaco mediocre.
Esa es la ética y la estética de Marta, la doctora. Una ninguneadora, una choleadora típicamente limeña, genéticamente mazamorrera. Pontifica sobre el uso de la lengua, usa y abusa del mal uso de la lengua entre nosotros, para denostar, para vituperar, y sentenciar al peruano de hablar estándar, o sea, mal. Claro, ella no tiene rubor de usar el peruanísimo igualito en lugar de igual o lo mismo. Porque, como ella es la doctora, la gurú de la mayoría de nuestros escribientes, o, malescribientes periodistas, todos están, ¿estamos?, obligados a aplaudirle cada gazapo, incluso, lexical.
Desafortunadamente, desgraciadamente, alguien un buen día, decidió conferirle a esta venerable dama, patente de corso para instituirse como censora del bien hablar. Error, avisen a los compañeros, Marta, la Hildebrandt nuestra de cada día, no es garantía de ningún bien hablar, ni menos de algún bien pensar.
Sorry Marta, no eres tan, como tan quisieran tomarte en Lima. No eres iconoclasta ni apóstata. Eres sí, disminuyente del común, y claramente hostil del que no pinta como aristocrático, o por lo menos, occidental.
Tu rollo, en el fondo, Marta, no es la cultura, sino, el poder. Le puedes perdonar, incluso maquillar, a un mal hablante como Fujimori. Pero lo haces, por aquello, por lo del poder.
Tampoco es que seas un dechado de algún bien hablar. No no no no. tu
igualito
te delata. Sorry Marta, las cosas como son. ¿Te gusta lo crudo y el desparpajo?. Toma mientras, estimada Marta.

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