31 de julio de 2011

El Nóbel Apocalíptico

Vargas Llosa sobre el conocimiento y la informacion.
Vargas Llosa
Gratificado de tener a Vargas Llosa, nada más ni nada menos, en mi terreno, en mi materia. En el blog no oficial del escritor premio Nóbel Vargas Llosa, se publica uno de sus últimos artículos, en el que aborda el tema del disloque entre información y conocimiento, a partir de su lectura del reciente libro de Nicholas Carr, Superficiales: Qué está haciendo Internet con nuestras mentes.
No es este post, un exámen riguroso, ni mucho menos, del artículo de nuestro escritor. Sería demasiada pretensión. Sí, una revisión genérica y aleatoria, para seguir el espíritu de su reflexión, de algunas de sus tesis formuladas en dicho artículo. Para empezar, el gran MVLL, parte del paradigma ya conocido en él, de que la cultura, y en este caso, la lectura puede ostentar un esquema, un paradigma estricto y oficial. Se aferra a la lectura retirada frente a los clásicos saltos de información en la Web. Prefiere la fuente, el texto mismo, a la referencia, como puede ser google o Wikipedia. Y por supuesto, en eso, lleva razón.
De otro lado, MVLL destaca las admoniciones que en su día hiciera el gurú de los Mass Media, McLuhan, que en alguna parte dijo algo así como
el medio es el contenido.
Para MVLL, a partir de las formulaciones de Carr, la experiencia de la Internet, por lo menos tal como la conocemos hoy, le está imprimiendo a nuestro modo de inteligir, ese halo fragmentoso que le es inherente a la navegación en las mega esferas de información. Es obvio que la inevitable retroalimentación en el modo de operar y dizcurrir en eso que llamamos Internet está reconfigurando nuestra manera de adquirir y procesar información, y por lo tanto, de construir o reconstruir conocimientos. Pero, el problema, no es eso en realidad, quiero decir, el hecho de que nuestros hábitos de recreación de conocimientos y pensamientos se vea signado por nuestro modo de interactuar con la información disponible. Sino, creemos aquí, en qué manera eso se adapta mejor a las condiciones que hoy nos ofrece la realidad.
Cuando uno lee al gran Mario Vargas Llosa inquietarse y alarmarse como hace en su artículo, nos trae, en cierto modo, la imagen aquella de Jorge, el bibliotecario ciego de El Nombre de la Rosa, de umberto Eco. Probablemente es excesiva la metáfora, pero, no deja de retrotraernos la impronta temerosa y desconfiada del cuidador de las grandes colecciones de la abadía aquella en la novela de Eco. Ciertamente, en parte es comprensible estos llamados a la conciencia que hacen algunas personalidades de la vieja escuela, como Vargas Llosa, Alberto Manguel, e incluso el propio Umberto Eco.
Lo que no hay que hacer, es olvidar que en el fondo, estos ingenios de la tecnología, como son la informática, la automatización, y la interactividad de la información, son intentos aún incompletos y fallidos, de emular el cerebro humano, su sinapsis, su jerarquización de información, y su reproducción de conocimientos. Los modelos que se han usado para generar los algoritmos que rigen los procesos de flujo y reconfiguración de la información, provienen de nuestra imagen previa del modo en que opera nuestra mente.
La cibernética y la posterior informática tienen ese sello, ese ADN constitutivo. Son serios intentos por remedar nuestras funciones cerebrales. Y, tal como se tiene sabido, aún son precarias y burdas. La lógica de linkear enlaces o íconos con hipervínculos, pretende en el fondo, reproducir nuestra forma innata de recordar, nuestro modo aleatorio de recuperar datos o información almacenados en nuestras memorias.
Si uno sigue el curso de la historia del conocimiento registrado, para eso y más nos sirvieron los estudios seguidos en san marcos, en realidad, el imprimir ideogramas y luego grafías sobre superficies visibles por el ojo humano, resulta más artificial, más contrahecho respecto de nuestro modo de inteligir y procesar información. La epopeya de gutemberg no hizo sino maximizar las posibilidades de la intelección, a partir de la visualización de impresos. Si imaginamos que podemos acumular y almacenar ingentes cantidades de folios, códices, libros y colecciones de colecciones de texto; luego sistematizarlos en materiales de referencias para poder navegar en dichas metacolecciones, para recuperarlos adecuadamente, y finalmente, procesar su contenido mediante la capacidad de intelección del usuario o lector, podríamos concluir que ese paradigma, ese esquema, ha sido bastante tosco, elemental, y poco inclusivo.
Creo que detrás de las aprehensiones de MVLL, está el preservar, conservar, ese paradigma. El del intelectual clásico, casi viviendo en medio de galerías interminables de colecciones de conocimientos y sabiduría humana. Un especialista del intelecto, en toda regla.
El problema, el punto, es que dados los saltos que se han producido en la técnica, y puntualmente en la automatización, ese paradigma puede perfectamente estar ingresando en su etapa terminal. Y eso es lo que hace saltar las alarmas de estos buenos y valiosos exponentes del saber y pensar clásicos. MVLL, qué duda cabe, es un clásico del pensar y crear. Por tanto, cuando el entorno, la realidad se enrarece a su alrededor, cuando las bases mismas de aquello que le permitió ser lo que es, un ilustrado a la manera clásica, a la europea, es natural que salten sus alarmas y nos prevenga de eso que para él, y para todo erudito moderno, como es, les resulte extraño y amenazante.
Tampoco es, creo, atendible la desconfianza que MVLL expresa respecto de esa presunta dependencia del usuario de Internet, o de la información digital en general. El fenómeno del uso y reproducción de material cognitivo por parte de los usuarios de la información digital es bastante más complejo que la sola pasividad del usuario ante el medio, tal como lo señala MVLL. La permanente interacción de un usuario de Internet, o de dispositivos móviles, por poner otro caso en la información digital, le permite al usuario, puede hacerlo, adquirir otras nuevas habilidades como la capacidad de jerarquización, la operatividad de factores distintos entre sí, la simultaneidad, etc. Sin duda McLuhan tenía razón, pero no, o no tanto, en el sentido negativo en que MVLL quiere traérnoslo. Los medios le imprimen su sello al contenido, y los procesos actuales de acceso y reproducción de contenidos, le imprimen su sello a nuestra forma de decodificar, inteligir y reproducir contenidos, sean estos, conocimientos o información.
La irremisible fragmentación de los contenidos que define a la Internet de hoy, se refleja inevitablemente en el modo de adquisición de contenidos en el usuario. Esto, por sí mismo, hace comprensible la afirmación del profesor Joe O'Shea de que:
Sentarse y leer un libro de cabo a rabo no tiene sentido,
y al que MVLL le tiene pavor. Una de las primeras víctimas de la interactividad y la simultaneidad de la información, ha sido sin lugar a dudas, la idea de linealidad. Hoy, un lector de literatura, por lo general, lee varios libros en paralelo. De hecho, en muchos casos, no necesariamente lo hacen en reposo, sino, viajando, transitando, volando de una ciudad a otra, incluso caminando cuando se trata de un audiolibro reproduciéndose en un iPod. Más aún, desde el punto de vista del creador, el escritor de novelas por poner un ejemplo, suele hoy escribir varias historias en paralelo, siendo que se publiquen como parte de una misma obra, o siendo que serán obras separadas.
Mi impresión es que detrás de estos llamados a la emergencia de MVLL, está lo que él entiende por aquello de:
... que es la única manera de leer, gozando, la gran literatura.
que definitivamente requiere más que un post, talvez un libro para fundamentarlo.
La cita que hace MVLL de Van Nimwegen, sobre:
confiar a los ordenadores la solución de todos los problemas cognitivos reduce "la capacidad de nuestros cerebros para construir estructuras estables de conocimientos".
puede ser, en un importante sentido, falso. Pues, a los ordenadores básicamente le confiamos ciertas actividades rutinarias y mecánicas. La parte creativa, constructiva y organizativa, sigue estando en manos del usuario. Constatar que hay unos usuarios de PC más ordenados que otros, es una muestra de esto que decimos.
Finalmente, con todo el respeto que nuestro Nóbel nos significa per ce, su referencia a la AI, inteligencia artificial, nos sugiere la incompletitud de su postura. La era del Internet, esta y más aún la que sobrevendrá, presumiblemente no se basará en la inteligencia artificial de marras, sino, tal como lo ha esbozado Vernor Vinge, en la INTELIGENCIA AMPLIFICADA. Vale decir, en una forma de capacidad intelectiva basada en la interminable sinapsis generada por los millones y millones de usuarios de la red. La interconexión de miriadas de usuarios es más relevante, lo será de seguro, que la autonomía cibernética, en la que se basa la AI. Esa sinapsis o macrosinapsis inminente, no necesariamente significa una degradación de nuestras habilidades para forjar estructuras de conocimiento. No tenemos que imaginar o suponer un apocalípsis para encarar esa noción, ese nuevo paradigma en el conocimiento humano.

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