14 de julio de 2011

Decía blades: ¡SOMOS UN CONTINENTE BERRACO!

Morir cantando a la vida.
Facundo muerto.
en una crónica pasada, del mes de noviembre, describíamos vagamente el carácter violento y peligroso que había adquirido Centroamérica y específicamente Guatemala. El último fin de semana nos agarró con la infausta noticia de la muerte violenta e injustificada del gran Facundo Cabral en guatemala, a manos de unos sicarios, que encima de rufianes, incompetentes, pues lo mataron por error.
Desde hace ya buen rato, en este blog venimos sosteniendo que ese tradicional feeling latino, latinoamericano, dado a la fiesta y a la cumbiamba, al son y al ron, ha venido a transformarse en una impronta violenta y pistolera. curiosamente, alguno de los países que muestran o mostraron su carácter más violento, venían de una historia previa de guerrillas o revoluciones izquierdistas fallidas.
Así ocurrió con la Colombia de los ochenta, El Salvador de los noventa, la Guatemala de inicios de este siglo, o el Perú de ahora. Lo cierto es que luego de una historia quebrada social y culturalmente durante todo el siglo XX, muchas de estas realidades latinoamericanas no han podido ni sabido superar el trauma, han dejado heridas mal cerradas o directamente abiertas, y han dejado que todo ese malestar e inercia de pólvora y dinamita como se diría en el Perú, se transmute en criminalidad pura y dura, en feeling gansteril del más procaz e insalubre. Revisar los informes los informes de la procuraduría de los Derechos Humanos en la guatemala de hoy, mediados del 2011.
más allá de lamentar la partida tan absurdamente brutal del trovador Cabral, de quien pudimos gozar sus versos y coplas, o entrevistas como aquella de fines de los noventa que tan brillantemente le hiciera el periodista césar Hildebranth, cabe indagar ya no tanto, cómo es que llegamos a este punto, o cuál es la real génesis de esta situación. Para el caso, basta con reconocer que estamos en ese punto, nos hallamos hasta el cuello en dicha situación.
Hay que estar dispuestos a reconocer que ese temperamento nuestro, latino y sabrosón de hoy, se ha llevado a uno de los grandes trovadores latinoamericanos. Esa vocación y performance que ya se ha instalado en el alma latina, empieza a jodernos, y creo, por segunda vez. Ya antes, la alegría latina, ese temperamento bailador y gozozo nuestro nos impidió arribar al tren de la modernización. Muy bien, hoy, ya casi no tenemos ese temperamento, o, en ttodo caso ha pasado a un segundo plano para ceder su posición al fusil automático, al lanzagranada viril, y como venía diciendo, una vez más, este temperamento latino, empieza a destruirnos. Y, no cabe eludir esa situación, no cabe voltear la cara, frente a la imagen de Facundo tirado allí, en el auto que lo llevaba, sin vida, con los plomos metidos injustamente en el cuerpo.
si nosotros mismos no nos hacemos cargo de esta figura, de estas señales, y dejamos que vengan investigadores o académicos europeos o anglosajones para explicarnos el giro sociocultural que hemos experimentado, no mereceremos superar esta infausta etapa de nuestra historia. Y, eso vale para cualquier país de la región. Para carioca brasileño, que ha hecho insufrible la vida en las fabelas de Río, para el comerciante de Sinaloa que convive con los cárteles fronterizos con EEUU, para el amante del vallenato colombiano, que no le hace ascos a los pistoleros del Magdalena, al cumbiero de buenos aires que quiere vivir su propia fantasía holywoodense, o al chichero peruano, que no tiene escrúpulos en ir a tocar en el cumpleaños del narco de moda, en algún lugar del Perú.
¡Somos un continente berraco!
, decía Rubén Blades en un concierto en la Colombia de fines de los ochenta. Sí, eso hemos sido y desgraciadamente seguimos siéndolo. Pero, papi, tú, pana, hey, brother, por favor, ayudando a cambiar eso, ¿sí?. Nadie te agradece el mal gusto de ir ensuciando el barrio con sangre y pólvora. Excepto tus jefes o taitas, nadie más te lo agradece. Y, si me lo permites, con todo cariño, te informo que apestas, tienes mal aliento, el mal aliento del hijo de puta que nos va a ser insufrible vivir en estos varrios de la América Latina del siglo XXI.
Sí pues, eso, somos un continente berraco. Pero, no nos gusta, y no nos interesa seguir siendo eso. en todo caso, tal como lo señalaba Blades, somos berracos en la pista de baile, en el vacilón sano del bailador y gozante sano. Pero no en el otro sentido. Nuestra religión es la fiesta, y bien que sea así. Lo que hay que hacer, es no demorar en expectorar a los aguafiestas, a la ralea insalubre que nos arruina la fiesta una y otra vez.

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