10 de noviembre de 2010

Para Llegar al Paraíso

Cuando Visitar la Tierra del Tío Sam Puede ser un Juego de Vida.
Sales del país porque este ya no te da nada, no te ofrece futuro, y has decidido que tu vida y la de tus hijos, dependen de algo, alguna suerte, fuera de estas tierras. Cargas con lo que tienes, endureces el corazón, te despides de los tuyos como se debe, o sea con tono y chupeta de a de veras, y alzas vuelo.
Recorres tierras que nunca habías visto, y probablemente no volverás a ver. Todo el Ecuador parece apacible, lo es, y también es hermoso. Entras a colombia, siempre por tierra, y la belleza aumenta. corre el rumor de que hay zonas peligrosas, pero, no llegas a constatarlo. Entras en una ciudad que es más bella aún, todos, todos los que van en busca de un sueño, se instalan en una casa muy cerca de un gran y famoso estadio de futbol.
Les advierten que por la noche no hay que andar fuera, pues, la cosa se suele poner fea al ponerse el sol. Estás en Cali, una de las dos ciudades más bravas, más violentas de la colombia de mediados de los noventa.
Por fin, les consiguen a todos sus documentos, los arreglados, para poder viajar en avión, como turistas o como hombres de negocios. Todos arreglados, bien ataviados, se suben a la cosa esa grande y con alas. Es la primera vez que te subirás a un avión, y lamentable que no haya sido en tu tierra. Llegas a Guatemala, y ya desde el aeropuerto, la cosa se pone fea. Todos, todos los que van en el mismo plan tuyo, hacia los EEUU, son abordados por niños, y conducidos a sendos taxis. Como son veinte, se dividen en grupos de a cuatro o de a tres. Todos deben dirigirse a un hotel previamente indicado. Todos llegan, excepto un grupo, a quienes los llevan a un descampado, asaltan y desvalijan de todo lo desvalijable. Llegan al fin al hotel, sin un puto cobre. La indicación del guía, o más conocido como "coyote", es la de no salir por la noche. Pero, a nadie se le antoja siquiera salir de día. Todos están nerviosos, asustados y temerosos de estar en un país extraño, con gente extraña, y encima, como ilegales. Pues, a estas alturas, ya nadie conserva sus identidades reales. Todos han abandonado sus nombres, su nacionalidad, y, a instancias del coyote, incluso sus acentos. Todos deben parecer guatemaltecos, y si es posible, mexicanos, aún sin haber estado todavía en Mexico.
Por la noche, en el hotel, se arma una juerga del carajo. Nadie puede descansar, nadie logra dormir. Deciden salir y hacerle frente al tono, a la fiesta que se ha armado en el salón principal del hotel. Mariachis, orquesta, mucho trago, mucha bullanga centroamericana.
Ella, una joven peruana, ingenua e inocente, se la ha pasado mirando la mano, y sobre todo, los anillos tan llamativos del mariachi principal. Un mexicano en toda regla, bigotes gruesos, sonrisa permanente, y voz alta. Este, el mexicano se da cuenta, y le dice a la peruana: "¿te gusta?. Puede ser tuyo, ¿he?, si vienes conmigo y me enseñas que tal son las peruanas jóvenes, este anillo puede ser tuyo ...". La peruanita se ofende, niega rotundamente la posibilidad, y luego se asusta. A la noche siguiente, todos están descansando, repartidos en varias habitaciones, y en la tuya, tocan la puerta a eso de las tres de la mañana. Insisten, tocando más fuerte. Uno de los compañeros de viaje, abre la puerta y pregunta quién es. Son unas chicas, de acento típicamente centroamericano, y saludan: "hola guapo, mira, somos varias chicas solas, y talvez quieras compañía". "No, compañía ya tenemos", responde el peruano. "Pero, te damos compañía con sexo, vale?", "No, nosotros no pagamos por sexo", responde y cierra la puerta. Después les explican que son chicas de algunos países de centroamérica que también se dirijen a EEUU, pero que en el camino se han quedado sin dinero, y tienen que agenciárselo de alguna forma.
Todo aquí, en este hotel centroamericano es peligroso, es mal intencionado, y está casi preparado para sacarte dinero o, desvalijarte directamente si fuera posible.
Llega el aviso de que van a pasar la frontera mexicana. Van a tomar un bus que los dirijirá hasta cierto pueblito fronterizo, y los dejará cerca, muy cerca del río que divide Guatemala de México, pero a eso de las dos de la madrugada. Todos se embarcan, y van llegando por grupos, hasta completar los veinte. El coyote parece conocer la zona al detalle. Primero van cinco, y entre ellos estás tú. Se aproximan a lo que parece ser una de las orillas del río. El coyote baja un poco hasta el borde, otea, y más adelante ubica lo que estaba buscando. Se trata de un armazón tan frágil como ridículo, de unas cuantas cámaras de llantas, unidas con sogas, sobre lo que han logrado acomodar unas tablas simples. Se trata de un remedo de balsa, precaria hasta el ridículo. Suben todos, y subes tú. La cosa esta se tambalea, el frío jode a estas horas de la madrugada, y el coyote sigue como remando hacia una zona más abajo, donde por fin se decide a acercarse a la orilla, y les apura en bajar, y les dice casi como zuzurrando: "¡rápido,, rápido!. Nos reunimos en la choza aquella que tiene fuera un cartel de Coca Cola, ¡rápido!". Todos corren, tratando de no hacer bulla, pues están en una suerte de aldea miserable. Los perros enpiezan a ladrar, y el puto cartel no se divisa por ningún lado. Hasta que alguien, dice en voz muy baja: ¡Aquí está!, ¡el cartel!". Todos se dirijen allí, y entran. El sitio está vacío, y hay un holor a barro, a tierra húmeda. El siguiente grupo llega unos quince minutos después, y así van llegando de a pocos hasta completar los veinte.
Al día siguiente, el coyote manda a comprar comida de la zona, y por fín conoces las famosas tortillas mexicanas. Todos empiezann a conocerse un poco más, tú, cuentas algo de tu pasado, y vas conociendo parte del pasado de tus compañeros de viaje. Hay tres chicas, algunas señoras, varios patas, y señores que han dejado una vida de aprietos, de frustraciones, y demás cargas en la vida, en busca de ese soñado paraíso en el norte.
Al día siguiente, el coyote anuncia que van a desplazarse en bicicletas hasta cierta zona, pues el plan es ese, y solo allí les recojerán en auto. el punto es que tú no sabes manejar bicicleta. Y, la cagada. ¿Ahora cómo hacemos?. El chico, de unos diez años, que parece ser contacto y ayudante del coyote en la zona, dice: "Yo lo llevo". "Bueno, dale, vamos", acepta el coyote.
Así que salen, sales en bicicleta. Son de esas bicicletas en tandem, y tú vas a tras, guiado por el pequeño mexicanito este, que parece ser una bala con la bici.
Por fin llegan al lugar señalado, y la indicación es subirse al árbol y esperar hasta que pase una suerte de coaster, que al toque de tres claxons, habrá que bajar rápido del árbol, y subir sin demora para no quedarse. llegas, todos están ante el árbol, y se dan cuenta de que el árbol tiene de todo. Desde gradas y hendiduras adaptadas para meter los pies, hasta especies de nidos, asientos, y acomodos en sus ramas. Todos caen en la cuenta de que dicho árbol sirve de reposo y cobijo para tantos migrantes y viajantes hacia el norte, hacia los EEUU.
Llega la noche, todos la han pasado algo ya incómodos, pues, un árbol es un árbol, y una rama es una rama. La indicación es que a eso de las once de la noche, pasará el bus aquel que deberá recojerlos. Parece demorarse algo más de lo pensado, pero, por fin, hay un bus que se acerca un poco al árbol, y suena el claxon tres veces. Todos a bajar rápido. ¡Vamos, rápido, que se va el bus!, dice el coyote.
Todos se suben raudos al bus. Y, no han avanzado ni media hora, cuando una patrulla los detiene, y entonces, conocerán una de las más reconocidas tradiciones e instituciones mexicanas.
"Todos, quedan detenidos, documentos por favor". ....
Continuará.

1 comentario:

Techi dijo...

esta interesante la historia, espero que pronto escribas la continuacion, sobretodo me parecio interesante, ellos salieron a centroamerica con la intencion de llegar al norte? esa fue la idea? me gustaria saber