11 de diciembre de 2006

EL SOL AL AMANECER

Observando el horizonte, siento ese leve resplandor que calienta levemente mi interior, inflama con su calor cada molécula dentro de mí. Cierro los ojos para dejarme invadir por ese leve calor que crece débilmente, Ese horizonte que recibe y nos va ofreciendo de a pocos los primeros rayos del sol; tiene la magia de la creación o de los primeros instantes de todo. A lo lejos se distingue, aún con los ojos cerrados, la vastedad de estos campos que van siendo bañados por esa luz matinal, envolviéndolo con ese manto cálido desparramando su luz vital por doquier.


No poder distinguir si se trata del amanecer o del ocaso es lo de menos. Solo se desea recibir en el fondo de sí toda la magia y hechizo infinito de esa luz eterna. El espectáculo se despliega ante mí en medio de un silencio matinal pero con toda la intensidad dentro y fuera mío. La extensión vegetal salpicada de árboles y campos con hierba recibiendo las proyecciones de esa luz que el amanecer ofrece día a día. Las hojas de los árboles reflejando la luz en pequeños racimos como estrellas y en el otro lado las sombras de los árboles escondiendo secretos de la noche que ya desfalleciendo nos recuerda algún misterioso sentimiento. Los dispersos estanques brillan intensos como pequeñas explosiones sordas que solo lanzan sus incandescentes destellos por entre el verdor circundante. y, por fin, el sol imponiéndose en el medio de todo haciendo mas perceptible aquella distancia entre el aquí y el horizonte.

No hay comentarios.: