11 de diciembre de 2006

LAS CUENTAS EN AZUL Y LA TENTACIÓN DEL DELITO

Recientemente ha surgido, en nuestro país, una nueva angustia social debido al incremento de los asaltos y secuestros con características mercenarias. Algunos medios periodísticos proporcionan datos estadísticos, modalidades de asalto o puntos de mayor incidencia de secuestros. Sin embargo, la cuestión no es solo, saber como están las cosas en materia de seguridad ciudadana, sino, porqué tenemos ahora este fenómeno. Luego de más de una década de violencia política y otra de dictadura, ¿no se suponía que este país necesitaba paz y rechazaba la violencia?. ¿No era, acaso, cierto que ya habíamos superado lo peor en términos de violencia?.

Creo que es razonable preguntarse qué nos ha traído ahora, este nuevo fenómeno. Desde una perspectiva de simple ciudadano podríamos hallar una causa fundamental. La presión que el modelo económico ejerce sobre la población y, sobre todo, en los sectores más vulnerables, puede desencadenar malestares incontrolables.

Si pensamos en cómo es que grandes flujos de dinero discurren en determinados círculos financieros, beneficiando a sectores privilegiados y a ciertas capas muy circunscritas, mientras que la mayoría de la población anda ajustada y, en muchos casos, al borde de la desesperación. Es decir, si pensamos en cómo es que tanto dinero circula grosera y desafiante en medio de la pobreza y la angustia económica, entonces no debe sorprendernos que la tentación del delito y el crimen empiece a ganar terreno en la sociedad.
Si vemos a tantos jóvenes en los límites de la frustración. Si pensamos, por ejemplo, en los policías o, talvez, en los vigilantes que trabajan de seis a seis o de ocho a ocho, con sueldos francamente inmorales, no será difícil imaginar dónde pueden estar las condiciones que alimentan los niveles de criminalidad que ahora empezamos a percibir.

Una sociedad que juega con el futuro de sus generaciones más jóvenes no puede esperar seguridades ni tranquilidad. Una sociedad con un modelo económico que, literalmente, le importa un bledo como viven o sobreviven sus ciudadanos, definitivamente está jugando con fuego.

El señor Toledo y su premier Kuchinsky no se cansan de repetir la monserga aquella de que han dejado las cuentas del país en azul. Pero, si dejar las cuentas en azul supone condenar a grandes sectores a vivir ajustadamente y en la angustia permanente de no poder cubrir la educación y la salud de sus hijos o, peor aún, de no poder alimentarlos, entonces probablemente habrán dejado las cuentas en azul, pero con manchas de sangre. Porque está claro que un modelo que privilegia el éxito económico de pequeños grupos dejando al abandono a las mayorías, de todas maneras condenará a la sociedad al terrible malestar humano que al final, degenerará o, en revueltas sociales o, en el incremento de los niveles de criminalidad.

Resulta, pues, de un cinismo indefendible sostener que la única manera de desarrollar al país es "atrayendo inversiones", mientras se le restringe posibilidades al productor interno. Porque, la situación actual , (situación perfectamente atribuibles a mentalidades como las de Kuchinsky, que además la defienden con orgullo, es la mejor forma de ahuyentar las inversiones. Solo pensemos en el escándalo que debe haberse producido entre los inversionistas extranjeros el reciente secuestro del empresario español, de la Coruña, a quien le han extraído por rescate cerca de cien mil dólares. (Las versiones periodísticas refieren que cuando lo hallaron, luego de su liberación, en un basural, al querer ayudarlo algunos transeúntes, el empresario herido en las piernas y atado por completo , se negó y dijo: “déjenme aquí, ya no me hagan más daño”).

El problema, parece no ser, solo, una cuestión de seguridad ciudadana, sino de factores que posibilitan el crimen. Hay que recordar que la relación siempre ha sido directamente proporcional entre seguridad y crimen. Cuanto más se enfatizan los procedimientos de seguridad, tanto más se sofistican los procedimientos criminales.

Pareciera que la realidad, la propia vida nos obligará a hacer más racionales los modelos de desarrollo y los esquemas económicos. Si no queremos vivir a la defensiva, (como está empezándose a recomendar en los medios, con técnicas de cuasi espionaje o semiclandestinidad hasta para ir de compras), si es que no queremos una nueva generación que crezca en la paranoia, entonces estamos obligados a promover, gestionar y exigir modelos de desarrollo más coherentes y saludables. Forjar o, por lo menos , exigir desde la propia ciudadanía, un proyecto social y económico más racional y decente se imponen casi como una cuestión de emergencia. Pero esa es una responsabilidad nuestra. No de candidatos o caudillos sino de quienes vivimos y sufrimos este país. En las circunstancias actuales, talvez, solo cabe generar conciencia y compromisos con las cosas que nos afectan a todos. Hay cuestiones muy puntuales ante los que no caben ni ideologías ni posiciones doctrinarias. Cuando estamos ante una catástrofe o una amenaza colectiva, (y esto parece serlo), no hay lugar a discrepancias o matices. Solo cabe prevenir o remediar el daño. Y, consideramos que lo que cabe hoy es adquirir una gran capacidad de exigencia ante los funcionarios públicos. Probablemente se haga necesario un proceso de emponderamiento ciudadano tal, que las condiciones sociales marchen en concordancia con las cuentas en azul. Habrá, pues, que recordar, que no hay alternativa. O adecentamos nuestros modelos de distribución de riqueza o abrimos las puertas a nuevas formas de violencia. Depende de nosotros. Es una elección que la haremos por acción o por omisión. Pero igual la haremos.

Junio de 2006

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