McEwan en Jerusalén.
Siempre, la víctima, el extranjero, el enemigo y el marginado, el rostro en la multitud, se convierte en un ser completamente desarrollado gracias al polvo mágico de la ficción, una materia cuya receta es un secreto a voces: plena atención al detalle, la empatía, el respeto.
Ian McEwan 2011
Vía: Letras Libres.
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