26 de abril de 2011

Keiko Fujimori Higuchi

Y una certeza sin atenuantes.
Keiko
Luego de resuelta la primera vuelta y con miras a esta segunda vuelta, o Ballotage, como más técnicamente se la define, queremos ocuparnos de algunos de los personajes que estarán en juego en esta etapa.
Keiko Fujimori, como ya se ha dicho en otros sitios, constituye un caso particular a tener en cuenta. Primero, de inicio, creo que es meridianamente evidente que la candidata del fujimorismo no ofrece una performance especialmente interesante o brillante. No ofrece talla para la investidura a la que aspira acceder. No se le conoce ejecutoria que permitiera conocer sus calidades profesionales o técnicas
Básicamente lleva consigo el estandarte de su apellido y con ello, todo lo que representa, según sea la opinión. En cinco años de congresista, según se ha informado, solo ha aportado en seis, (6), normas o proyectos de ley. Más de quince sueldos al año, durante cinco legislaturas, en la que le ha dado al país, seis normas de discutible relevancia. No tiene una personalidad que inquiete por alguna razón, no ostenta alguna cualidad o atributo que justifique volcarse a alguna eventual propuesta suya. No ostenta mayor cosa, salvo, la virtud, para muchos, de ser una hija que quiere y desea lo mejor para su padre. Ni siquiera para sus padres, sino, básica y fundamentalmente, para su padre.
Y, claro, el problema es justamente su padre. Por lo menos para quienes vivimos los diez años de fujimorismo, es un problema de colosales proporciones.
Pero, decía que Keiko parece interesarse especialmente por su padre, porque, como es sabido, su madre, susana Higuchi, no solo fue maltratada moralmente, sino, según se afirma y fue denunciado por la propia Susana Higuchi, y luego corroborado por la ex agente de inteligencia Lehonor La Rosa, fue maltratada y vejada por el mismo Servicio de Inteligencia, que dirigía y mandaba su padre, el inefable Alberto Fujimori.
Keiko Fujimori nunca dijo nada, no se le conoce alguna expresión de preocupación o indignación por tales hechos, o informaciones. Todo lo pasó por agua caliente, todo le resultó irrelevante, indigno de su atención.
Keiko Fujimori no solo admitió y convivió con el peor episodio de mansillamiento del estado de derecho en el Perú, sino, que, luego de anunciar para la prensa, a finales del año 1999, que no aprobaba la reelección de su padre, se la vió participando activamente en dicha campaña para el 2000. ¿condenaba a Montesinos?, es probable. ¿No aprobaba la reelección de su padre Alberto Fujimori?, puede que sí. Lo cierto es que estuvo y formó parte de la campaña de Fujimori del año 2000, cuando ya se conocía bien las barbaridades y tropelías del fujimorismo.
Otra pregunta que queda en el aire es si Keiko Fujimori sabía o no sabía que su padre tenía la nacionalidad japonesa, tal como se confirmó cuando alberto fujimori renunciaba desde Brunei, vía fax. ¿Realmente lo ignoraba?. ¿Qué otras cosas ignora?, o, más aún, ¿qué otras cosas no ignora pero calla como callaba en los dorados años del fujimorismo?.
Más allá de todas estas consideraciones, que deberían bastar para decidir una posición medianamente consistente respecto de lo que representa esta candidata, uno trata de enfocarse en los elementos que permitan considerar la candidatura de Keiko Fujimori para conducir el país, y sencillamente no los encontramos por ninguna parte.
No hay, no se encuentra por parte alguna, ninguna señal, ninguna clave que nos permita suponer que un eventual gobierno de Keiko fujimori, estará desligado de la voluntad de librar a su padre del peso de la justicia a la cuál ha sido sometido legítimamente. Y, peor aún, no es descabellado suponer que el plan, o la voluntad que mueve su tentativa presidencial, comporta el doble e indesligable propósito de sacar a su padre del sótano, y ponerlo directamente en el mando del poder. Keiko, como ya se ha comprobado, reivindica enteramente el gobierno de su padre, como el mejor de la historia.
Pero además, Keiko, según lo hemos podido comprobar también, no tiene empacho en delegar su responsabilidad, o por lo menos, desentenderse de ella, para atender sus necesidades o expectativas personales y familiares.
No es peregrino suponer que una vez recibida la investidura y concretado el mecanismo que fuere para excarcelar al responsable del peor latrocinio de nuestra historia, o sea, su padre, no dudará en delegar a otros, a su entorno, incluido su padre, para que dirijan o conduzcan el país, por una segunda trágica vez.
Y en ese entorno, están gentes como Rafael Rey, que entre los estudiantes cruelmente muertos de la cantuta y los militares encarcelados, ejecutores de dicho crimen de la Cantuta, no dudó en pelear, bregar, y abogar por los segundos, vale decir, por los criminales del grupo "Colina". He allí la entraña que rodea a la candidata Keiko Fujimori, y he allí, las proporciones del riesgo y la amenaza que implica elegir dicha opción.
En posteriores posts nos referiremos a la presunta estabilidad que, se nos dice, que representa Keiko Fujimori.

1 comentario:

Sentimiento Peruano dijo...

De manera un tanto casual he llegado a este blog al poner en Google "Susana Higuchi maltratada por Alberto Fujimori" y encontré este Artículo de Opinión que nos alienta y siembra la esperanza que los peruanos seamos conocedores de estas verdades y por ende ubicar a Keiko Fujimori en el lugar que le corresponde, junto a su padre en términos morales y fuera del Palacio de Gobierno en términos reales. Agradezco a quienes como ustedes hacen posible que esta esperanza se transforme en realidad.