19 de abril de 2011

Sobre el Racismo electoral

Ni la comida nos ayuda.
comida-peruana
Justo cuando empezábamos a creernos el rollo este de que el símbolo nuestro, y de sus rasgos más genéticos, antropológicamente genéticos, era la comida, la tan bandereada y aplaudida comida peruana, viene el proceso electoral, para recordarnos que en el fondo, era un puro castillo de naipes.
Para nadie medianamente informado, es ajeno que el factor característico de nuestra comida, y por tanto de su calidad, es la mixtura, el mestizaje. Este factor es un reflejo más del mestizaje racial, cultural, y genético de la gente peruana.
Por esto, resulta extraño, aunque en el fondo no tendría porqué, cómo es que casi casi podría decirse, que la misma gente que va y ace su cola en esa cumbre de la gula peruana que es Mixtura, es la misma que un instante después, después de eruptar, puede salir con arranques de racismo e intolerancia a la voluntad electoral ajena. Mas o menos, en eso consiste nuestra peruanidad, y nuestra mixtura. En aplaudirla y gozarla, tal mixtura, tal mestizaje, solo y solo, cuando está de por medio el gordo bueno ese de Acurio. Pero, aborrecerla e insultarla, si se trata de un verdadero o, en todo caso, un más notorio mestizo. Viva la mixtura, viva nuestro sabor, si se trata de hacerlo frente a cámaras, en los impúdicos reportajes sobre Mixtura, o sobre esos festivales de comida peruana en el extranjero. Pero, !¡uera serrano de mierda!, o¡Sal de acá negro conch....!, .
Muy bien, así de esquizofrénicos podemos ser, así de patéticos se nos ve, cuando se nos mira tal como somos. Pero, la cuestión es: y ¿a qué viene esto del racismo?, ¿porqué se nos sale tan rápido?, ¿porqué lo exteriorizamos tan pronto?.
Obviamente no es posible siquiera aproximar una respuesta en un blog, ni mucho menos. Sin embargo, como ya ha sido dicho en este mismo sitio, no es difícil reconocer que detrás de la mayoría de manifestaciones de racismo, se encuentra una carga emocional, acaso peor, a saber: la baja autoestima.
Para empezar, el racismo no es una tara privativa de chicos bien, de pituquillos mediocres clasemedieros. Sino, mas bien, es un rasgo de casi todos los peruanos. Mi sensación es que en la selva, el grado es un tanto menor, es más morigerado. Pero, sería tema de otra discusión. Lo cierto es que, aunque parezca un exotismo, una curiosidad antropológica, en el Perú es casi concenso absoluto que ser o parecer blanco es timbre de orgullo, o por lo menos, de seguridad propia.. Y por lo tanto, para quien no posea ese rasgo, resulta de una cierta envidia e inseguridad propia.
entonces, tenemos desde el peruano originario, el indígena, que es sumiso y "sobreatiende" al blanco, o al extranjero, pasando por el mestizo andino que, por un lado denigra o aborrece al de origen indígena, (¡indio! suele ser un trato común para el indígena), pero que por otro lado, en contextos más citadinos, puede enarbolar rollos pro-andinos, y hasta levantar discursos antihegemónicos. Tenemos al mestizo costeño, que cholea por igual a todo andino, sea indígena o mestizo, para él es lo mismo, le da igual. Pero, que si no es del todo blanco, si no lo parece tanto, suele cultivar algún cierto rencorcillo contra los blancos, que en suvida, de todas maneras lo habrán maltratado más de una vez. Tenemos también al mestizo blanco, al que en los círculos del viejo criollismo llamaban el gringopobre, que muy probablemente sea el que más cholea, el típico racista peruano. Es el que enarbola sin pudor alguno, el racismo más idiosincrásico entre nosotros. Es el que pone las chapas, el ninguneador, el trepador, el que maneja doble registro. Es barrio, o sea, maneja los códigos de la calle, pero, al mismo tiempo, puede fungir de blanco marginador, de pituco, cuando está con el barrio.
Llegando así, al típicamente aristócrata o blanco, sin orígenes andinos identificables que por lo general no ostenta racismo como los demás, pues en rigor no tiene el problema, es decir, no suele tener el problema de la baja autoestima. En todo caso, no en el sentido que lo ostenta el resto de peruanos. Su roce con el resto de tipos peruanos, de mestizos o andinos, suele ser de tipo jerárquico, una relación vertical, de arriba hacia abajo., pues, en términos generales, esos mestizos son subordinados suyos, chofer, jardinero, portapliegos, o en el mejor de los casos, asistente. Para el aristócrata blanco, excepto el gringo, el extranjero rico, no hay nadie más por encima de ellos. Y, por tanto, no tienen la necesidad de andar recordándoselo a sí mismos, no tienen necesidad de andar blandiendo su racismo a cada rato. Sí aflora, si se nota, cuando sucede que algún mestizo, o mestiza accede a sus círculos sociales o familiares. Cuando el tío tal, o primo cuál, se une con alguna que es claramente mestiza, o por lo menos, no blanca. Este suele ser el arquetipo del racismo. El de los blancos ricos, despreciando a alguien no blanco o blanca. Sobre este caso, casi exclusivamente, suele novelizarse, televisarse. Sobre los otros casos, del andino contra el indio, del negro contra el andino, o viceversa, o del blanco contra el no blanco, o viceversa, y todas las demás formas intermedias, no se muestra, o por lo menos no se los grafica tanto.
Pero yendo al punto de este post, sucede que todo iba bien, ya la comida nos estaba, de alguna manera, igualando, o por lo menos, juntando a todos. Qué lindo era vernos, ¿cierto?, en esos reportajes hechos en San Francisco, en Madrid, o en roma, todos, comiendo ese Arroz con pollo, ese Cebiche de cojinova, o ese Lomo saltado. Todos mirando a la cámara, enarbolando el tenedor de plástico, con la sonrisa en la cara, y con el gusto del sabor nacional, siendo, o apareciendo, más peruanos que nunca. Pero, oops, llegaron las elecciones, y, tuvimos que despertar.
¡Serranos de mierda!, ¡pitucos concha de su ...!, ¡ignorantes del carajo!, ¡chinos malditos!. Así es, encima de bajos de autoestima, algo lentitos para leer la realidad que nos toca vivir. Eso somos, no otra cosa.
Intolerante y bastante pelotudo, el que creyó que porque PPK tenía perfil en Facebook o twitter, podía tenerla segura. Y, como no salió, entonces malditos los que no eligieron a PPK. Igualmente, intolerantes y claramente desubicados quienes esperan que si la gente no vota por determinado candidato en la segunda vuelta, es un voto de resentimiento, de joda. Aldo m., el de Correo, figura entre este último tipo de racista y marginador, cojudamente marginador, como puede comprobarse en sus diarios dislates.
Y, sin lugar a dudas, sería de una gran intolerancia y supina pelotudez, que quien accediera al mandato presidencial, enarbolara banderas o reivindicaciones de tipo étnicas o raciales. Flaco favor le haría a la causa anti-racista, quien adoptara a la raza como indicador o motivo reivindicacionista.
Creo que a estas alturas, hay tres cosas que deberíamos ya tener más o menos claro, sobre este tema. Primero, que cada grito o exabrupto racista, encierra, comporta, contiene un fuerte rasgo de baja autoestima, de inseguridad. Segundo, y en consecuencia, que un racista, o un pata con talante racista, es alguien claramente mediocre, o que no puede escapar a la mediocridad de valorar las cosas tan superficialmente como la raza o el color. Y tercero, que el primer racismo que debemos advertir, es el propio. Creo que más antiestético que el propio racismo, es la incoherencia de denunciarlo, o de valorar la mixtura en la comida, pero que a la primera, salimos con un arrebato racista y cojudo.
No nos muestra bien, no nos presenta nada halagador, con cada rapto racista, cagamos toda posible edificación de cualquier imagen edificante que podamos tener o hacer. Evitemos cagarla, evitemos, y evitémonos caer en ese papelón, y cualquier diferencia o discrepancia, dirimámosla en el plano que corresponde. Sea el político, el ideológico, o el de las simples opiniones. Pero, no le demos pábulo, no le demos alas a la cojudez de salir con taras tan atábicas, tan arcaicas, y tan mediocres como el infame racismo.

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